Las olas de calor, que hasta hace pocas décadas eran eventos aislados y puntuales, se están convirtiendo en una amenaza recurrente para Valencia. Un estudio reciente de la Universitat Politècnica de València (UPV) alerta que esta tendencia se intensificará hasta extremos históricos a finales de siglo. Según la investigación, llevada a cabo por el Instituto de Ingeniería del Agua y Medio Ambiente (IIAMA) y el Departamento de Urbanismo, la ciudad podría experimentar un verano casi continuo con temperaturas que, en los peores escenarios, superarían los 50 °C de sensación térmica.
El estudio analiza los registros climáticos de Valencia desde 1979 y proyecta su evolución hasta el año 2100. Los investigadores destacan que la frecuencia y duración de las olas de calor ha aumentado de manera alarmante: mientras que hace cuatro décadas un episodio de calor solía durar menos de diez días, actualmente la media se acerca a los 25 días consecutivos. Además, en los últimos cinco años, Valencia ha registrado el doble de noches tropicales (aquellas en las que la temperatura no baja de los 25 °C) que en toda la década anterior.
Ana Fernández-Garza, investigadora del IIAMA y autora principal del estudio, señala que los veranos se alargan y los episodios de calor se intensifican. Si no se adoptan medidas urgentes de mitigación, la ciudad podría enfrentar hasta seis meses seguidos con riesgo térmico elevado, con consecuencias directas para la salud y la vida cotidiana de sus habitantes.
Escenarios futuros: de la precaución a la emergencia
El estudio contempla distintos escenarios según la evolución de las emisiones de gases de efecto invernadero. En el caso más optimista, con recortes drásticos en emisiones, Valencia duplicaría las olas de calor actuales, con picos que superarían los 40 °C y episodios que durarían alrededor de 15 días.
En un escenario intermedio, la ciudad podría experimentar entre seis y ocho olas de calor cada verano, algunas de más de 30 días consecutivos, con índices de calor que alcanzarían los 45 °C. Sin embargo, en la hipótesis más pesimista, en el que las emisiones continúan sin control, se proyecta un periodo cálido que podría extenderse de abril a noviembre, con temperaturas extremas que superarían los 50 °C y jornadas consecutivas de calor extremo durante casi la mitad del año.

Eric Gielen, investigador del Departamento de Urbanismo de la UPV, insiste en la urgencia de preparar la ciudad: “Valencia debe diseñar estrategias para convivir con el calor extremo de manera segura y resiliente”. Entre las medidas sugeridas por el equipo de la UPV se incluyen la creación de más espacios verdes, cubiertas y pavimentos que reflejen la radiación solar, refugios climáticos para la población vulnerable, sistemas de alerta temprana y políticas urbanas centradas en la salud y la equidad climática.
El estudio forma parte del proyecto europeo The HUT (Human-Tech Nexus – Building a Safe Haven to Cope with Climate Extremes), financiado por el programa Horizon Europe, cuyo objetivo es desarrollar soluciones tecnológicas y urbanísticas que permitan a las ciudades mediterráneas adaptarse a las temperaturas extremas sin comprometer la calidad de vida de sus habitantes.
Los investigadores advierten que, sin acción inmediata, lo que hoy parece un verano excepcional podría convertirse en la norma: una Valencia donde los días de calor extremo podrían alcanzar los 300 al año, alterando la vida urbana, la salud pública y la planificación de la ciudad.