El Levante cae ante el Córdoba y pierde el invicto

Ahir l'equip granota va conéixer la seua primera derrota en la Lliga 1|2|3

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A veces, cuando todo va bien, algo sucede y se pierden los invictos. En un partido en donde los porteros fueron los grandes protagonistas, el Córdoba ganó por 1-0 ante un visitante que no pudo superar ni una sola vez a Kieszek.

El Levante se enfrentó en el Nuevo Arcángel de Córdoba a una novedad. Apenas sí se habían sucedido los primeros diez minutos de la confrontación y el grupo que conduce Muñiz volvía a la medular del campo para retomar la acción del juego. Guille se había infiltrado entre la línea de medios para enfrentarse a Remiro, superándolo.

Al Levante le faltó claridad en sus ideas y fútbol en el primer episodio. El Córdoba le sometió. Con más fe que clarividencia rozó el empate en la segunda fase en la que el bloque azulgrana fue mucho más reconocible, con Espinosa centrando la atención. Montañés se plantó en las inmediaciones de la meta de Kieszek. Podía aparecer el gol, pero en cambio surgió la pierna de un defensor local para neutralizar la acción. Más tarde el meta sacó una mano milagrosa. Y Rafael erró en una complicada volea. En ese punto de la confrontación las cartas ya estaban alzadas; no se amedrentó un Levante que buscó el empate mientras que el Córdoba contragolpeaba agazapado.

Por vez primera en la Liga 1|2|3 los granotas iban detrás en el marcador. Les costó encarar el partido al grupo blaugrana y encontrar su sitio. El Nuevo Arcángel no es una plaza sencilla. En realidad, nunca lo fue. El Córdoba gobernó la confrontación desde el principio hasta el final en esa fase. Fue más fuerte y decidido y mucho más robusto en la zona de creación, y más intenso en todas las demarcaciones del verde. La escuadra de Oltra, un viejo conocido de la afición valenciana, lograba la victoria en todos los duelos personales y colectivos, un aspecto que resalta el sentido que adquiría un duelo sumamente arenoso para el once valenciano.

Muñiz proyectó en tierras andaluzas el mismo once que ejecutó al Real Zaragoza hace una semana en el Ciutat de València, pero nunca hay dos confrontaciones similares. Y el pasado no importa. Prima el presente y la capacidad para desentrañar cada cita. La diana de Guille se convirtió en un paradigma. El Levante tuvo puntos de fuga que el Córdoba se empeñó en explotar. Apretaba el equipo local para neutralizar la salida diáfana del Levante a través de las botas de Campaña. Su apuesta fue valiente en un intento por borrar los efectos de la derrota saldada ante el Huesca. La velocidad de los atacantes locales generó más de un problema añadido. Sus transiciones eran vertiginosas. El Levante no encontraba salida, ni línea de pase para llegar a las cercanías de Kieszek. Le costaba hacer su juego habitual marcado por la posesión y su versión más colectiva. Echaba en falta las arrancadas de raza, de efectos siempre devastadores, de Espinosa, la magia y el orden que imprime Campaña y las proyecciones continuadas de Morales por el costado izquierdo. No hubo noticia del ataque azulgrana hasta los 33, un síntoma claro.

Roger pisó el área cordobesa, pero se estrelló ante su portero. Con todo, una sensación de cierto alivió acompañó a los jugadores foráneos en su marcha hacia los vestuarios. El Córdoba pudo hacer más. Muñiz agitó el banquillo con valentía, buscando soluciones. Montañés concedió mayor profundidad por el flanco izquierdo del ataque granota. Lerma hizo lo habitual. Más liberado, Espinosa entró en acción para plantarse en los alrededores de la meta casera. Lo hizo con decisión tratando de convertirse en el enganche con el eje del ataque.

El Levante adquirió mayores trabas, aunque el partido se rasgó. Los roles eran claros. Los dos adversarios aceptaban las condiciones marcadas. El Levante dio dos pasos hacia adelante tratando de encontrar una remontada que no logró, pese a que fue capaz de gestar ocasiones. El Córdoba se guareció sobre sí mismo.

En fin, el gol se paseó por las áreas de Remiro y de Kieszek aunque solo valió la diana madrugadora de Guille.

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