Lejos de concebir la música como un mero placer sensorial, Carlos Calderón defiende que su esencia está íntimamente ligada a las leyes que rigen el universo. En esta entrevista con València Extra, el músico y divulgador explora una visión de esta disciplina que va más allá de su componente estético: el nexo que une música y matemáticas. Todo esto y mucho más se puede aprender en la nueva exposición interactiva de CaixaForum València, en la que Calderón actúa como asesor científico.
¿Cómo nace la idea de crear una exposición que conecta dos mundos que, a priori, son tan distintos como la música y las matemáticas?
Desde hace mucho tiempo, la música y las matemáticas son un reino común. Es más, yo a veces digo que lo que más me molesta de la exposición es la “y”. Es que no hace falta, porque al decir “y” separamos los dos mundos. Antes, el mundo de la música y las matemáticas eran uno solo, en el sentido que cuando se estudiaba matemáticas, se estudiaba música, tanto en la Antigüedad Griega como en el Renacimiento, hasta el siglo XVII más o menos.
La música y las matemáticas son disciplinas que comparten los mismos fundamentos, y eso es lo que se quiere explicar en la exposición. En mi caso, como asesor fue un honor que me llamaran para la obra, porque ha sido una inquietud que he tenido desde hace mucho tiempo. Por eso, buscamos responder a la cuestión de en qué momento la música se empieza a considerar un arte y no una ciencia.
Un instrumento de música puede verse como un aparato de una sofisticada suma de ecuaciones matemáticas o como un aparato para hacer simplemente placer sonoro. Entonces, siempre es bonito ver las cosas desde esos dos ángulos, desde el ángulo de la razón y de la emoción.
La música tiene una expresión estética porque explica la belleza del sonido desde leyes matemáticas
¿Qué objetivos persigue la exposición “Música y matemáticas. Un viaje sonoro del caos al cosmos”?
Justamente la estructura de la exposición que concebimos parte como una especie de viaje que conecta la música con las matemáticas, escogiendo como punto de partida el número 0.
El 0 es el silencio, y vamos aumentando hasta el 0,002, que son los pascales mínimos para escuchar. Luego pasamos al 1, que tiene que ver con el monocordio, un aparato donde se construyeron las primeras teorías que conectan la música con las matemáticsa.
Y así va creciendo a 1.607, a 100.000, hasta el infinito, que es el cosmos, que está en su girar infinito, tal como Kepler lo imaginó, como un cosmos que estaba gobernado por las mismas leyes de la música. Entonces es un viaje que va desde el 0 al infinito, desde el caos hasta el cosmos y, a la vez, cruza toda la historia de la ciencia simultáneamente a la historia de la música.
La exposición tiene un fuerte componente interactivo. ¿Cómo se ha conseguido integrar al público la obra?
A lo largo de la exposición hay una serie de multimedias que ayudan a explicar las cosas. Es una exposición de música, tiene que ser sonora, y el sonido siempre es un objeto esquivo para ser museizable. Entonces, a lo largo del camino hay varios dispositivos – algunos de los cuales que deben escucharse con cascos –, y al final hay una serie de instrumentos interactivos, donde se puede experimentar toda esta serie de elementos matemáticos que tiene la música. Todo es un conjunto de instrumentos que evidencian de manera clarísima que estamos entre un problema matemático, pero que tiene una expresión estética. Entonces, se encuentra la razón con la pasión, con la emoción, con lo bello, con lo verdadero.

¿Ha habido algún reto especialmente complejo a la hora de traducir las matemáticas y la música al lenguaje de la exposición?
Había un reto en especial con la música del cosmos, o la llamada música de las esferas, que imaginaba Johannes Kepler. Al final, la exposición remata en una sala casi circular, donde se escucha lo que supuestamente este científico podía haber imaginado en su cabeza al mirar los planetas en su deambular por el cosmos. Lo difícil era conseguir no mirarlo desde la Tierra, sino desde el Sol. Cuando se entra en esa sala hay que imaginarse que estás sentado en el propio Sol, y desde ahí ver los planetas que van pasando como una especie de coro polifónico que él expresó y calculó. Hemos intentado recrear esa música, que es la que se escucha conforme los planetas van apareciendo. El cálculo de todos esos sonidos se hizo con mucho detalle y así lo hemos logrado exponer.
¿Qué crees que se llevará el visitante de esta exposición cuando salga por la puerta?
Que se dé cuenta que la “y” no es necesaria. Que en el fondo la música tiene una expresión estética no solo por sus leyes, sus números, sino porque es capaz de explicar la belleza de los sonidos a través de unas fundamentaciones matemáticas. Ese es el encuentro de las dos cosas.
Un instrumento musical es una sofisticada suma de ecuaciones matemáticas
¿Qué otra relación entre música y ciencia consideras que podría ser fruto de una futura exposición?
Muchísimas. Por ejemplo, música y filosofía. Y es que para algunos filósofos como Schopenhauer, de todas las filosofías, la música es la suprema. Por otro lado, música y arquitectura, que también tienen muchas relaciones; o música y astronomía, por supuesto. La música no es solo un placer, no es una playlist en Spotify. La música termina siendo casi una teoría del conocimiento, una manera de enfrentarse al mundo.