La provincia de Valencia vuelve a mirar hacia su interior con preocupación, pero también con una estrategia clara: combatir la despoblación antes de que sea irreversible. En varias comarcas, los municipios más pequeños han visto cómo su población envejece y cómo los jóvenes se marchan en busca de oportunidades. A día de hoy ya son 72 las localidades valencianas consideradas en riesgo de despoblación, una cifra que sitúa a la provincia en un escenario complejo dentro de la Comunitat Valenciana, donde el total asciende a 221 municipios.
La falta de relevo generacional, la fuga de jóvenes a áreas urbanas y la dificultad para mantener servicios básicos han profundizado las brechas territoriales. En esta lucha contra una realidad que avanza desde hace décadas y que exige respuestas urgentes para garantizar su futuro, las administraciones están impulsando nuevas estrategias para frenar el éxodo rural, revitalizar los pueblos y garantizar que la vida en el interior siga siendo viable y atractiva.
La Diputació impulsa nuevas inversiones para reactivar el territorio
La Diputació de València ha dado un paso al frente con la aprobación de subvenciones específicas para municipios rurales considerados vulnerables. En total, 236.545 euros se distribuirán entre 40 localidades, una inyección que pretende potenciar la creación de productos turísticos, preservar infraestructuras esenciales y mantener equipamientos vinculados tanto al ocio como al deporte, dos ámbitos que la institución provincial identifica como fundamentales para generar actividad y atraer visitantes.
Las subvenciones llegan a pueblos dispersos por toda la geografía interior: municipios del Rincón de Ademuz como Ademuz, Casas Altas, Casas Bajas, Castielfabib, Torrebaja o Vallanca; enclaves de Los Serranos como Chelva, Calles, Alcublas, Tuéjar o Villar del Arzobispo; y núcleos de la Canal de Navarrés, entre ellos Anna, Bicorp o Millares. También, han sido beneficiadas localidades de la Plana de Utiel-Requena, como Caudete de las Fuentes o Villargordo del Cabriel, y municipios de comarcas más pobladas pero con pequeños núcleos en riesgo, como La Granja de la Costera, Vallés, Segart o Dos Aguas.
La horquilla económica se mueve, en la mayoría de los casos, en torno a los 6.000 euros por localidad, aunque algunas reciben cantidades ligeramente inferiores. El objetivo común es claro: mejorar la oferta turística, conservar el patrimonio natural y cultural, impulsar la economía local y facilitar que los vecinos, especialmente los más jóvenes, encuentren razones para permanecer en sus pueblos.

La Generalitat refuerza su papel con medio millón de euros
En paralelo, la Generalitat Valenciana también ha reforzado su implicación con un paquete de ayudas que supera los 500.000 euros y que se dirige a una veintena de municipios en riesgo. El criterio para la concesión tiene en cuenta indicadores como la densidad de población, el índice de envejecimiento, la tasa de crecimiento vegetativo o el número total de habitantes.
La Vall d’Albaida se sitúa como el territorio más beneficiado. Un total de once pueblos de esta comarca - que históricamente ha sufrido la pérdida continua de habitantes - han entrado en el reparto de fondos. Quatretonda encabeza el listado como el municipio con mayor cuantía asignada, con 43.916 euros destinados a reforzar proyectos estratégicos.
El contraste lo marca Sempere, el municipio menos poblado de toda la Comunitat Valenciana con solo 29 habitantes según los últimos datos del INE, que recibe 16.013 euros. Otros pueblos como Carrícola, Beniatjar, Rugat o Terrateig también han obtenido apoyos que oscilan entre los 20.000 y los 25.000 euros, cantidades que buscan asegurar la prestación de servicios básicos y abrir la puerta a nuevas iniciativas económicas.
En La Costera, cuatro localidades reciben financiación autonómica, con La Granja de la Costera como la que logra la mayor cuantía con 25.276 euros, mientras que Estubeny se sitúa en el extremo opuesto con poco más de 18.000 euros. La Canal de Navarrés también concentra una parte importante de estas ayudas, con municipios como Anna, que recibe la cifra más elevada de los tres territorios analizados, con 49.015 euros. Las asignaciones se completan con Bolbaite, Quesa, Bicorp y Millares, que se sitúan entre los 26.000 y 44.000 euros.
Otras medidas para frenar la despoblación
La Comisión de Despoblación de la Federación Española de Municipios y Provincias ha presentado una serie de medidas destinadas a paliar esta problemática en las localidades que se encuentran en riesgo. Entre las propuestas más consolidadas se encuentra la creación de una financiación estatal estable que dé continuidad a los proyectos locales, la posibilidad de ofrecer incentivos económicos a empleados públicos que fijen su residencia en los pueblos y la aplicación de deducciones en el IRPF y otros impuestos para quienes desarrollan su actividad en el entorno rural.
A esto se suma la importancia de garantizar acceso al sistema financiero, un aspecto crítico en zonas donde la desaparición de oficinas bancarias ha complicado durante años la actividad económica cotidiana. Frente a esto, la Diputació de València ha garantizado recientemente el acceso a los bancos en los municipios con problemas de demografía gracias a la instalación de cajeros automáticos.
Otro elemento clave para frenar la despoblación es el relevo generacional en las explotaciones agrícolas y ganaderas. Los programas de asesoramiento técnico, las ayudas a la incorporación de jóvenes agricultores y el impulso a proyectos de emprendimiento pueden convertirse en herramientas fundamentales para asegurar que el campo siga siendo una fuente de riqueza y empleo. Al mismo tiempo, el turismo rural emerge como una oportunidad estratégica, no solo para atraer visitantes, sino para fijar población gracias a la creación de alojamientos, rutas, comercios y experiencias gastronómicas ligadas a los valores del territorio.
Con todo este contexto, se puede afirmar que la provincia de Valencia encara así un reto complejo, pero no insalvable. El reto de fijar población continúa siendo enorme, pero algunas estrategias ya están en marcha. Para muchos de estos pueblos, el futuro todavía está por escribir, y las decisiones de hoy pueden marcar la diferencia entre el declive o una nueva etapa de revitalización.