Alrededor de las 22:30 horas del 10 de marzo de 2020 el mundo fallero se preparaba para conocer una noticia difícilmente imaginable tan solo unos días antes. El Palau de la Generalitat era escenario de un momento que pasaría a la historia: el anuncio del president Ximo Puig, rodeado de sus consellers, de aplazar (aunque meses después se terminarían suspendiendo) las Fallas de 2020 por la llegada de los primeros casos de Covid-19 a la Comunitat Valenciana.
Pese a que la situación estaba más controlada que en otros puntos del Estado, el brote en una residencia de Torrent decretado ese mismo día, del que en esos momentos de desconocía su trazabilidad, cifraba en 63 los casos positivos activos, desencadenando una decisión tomada de urgencia en una Mesa Interdepartamental, tan habitual en los últimos meses, formada por el president, la consellera de Sanidad, Ana Barceló, junto con el resto de consellers y, en aquel día, por Carlos Galiana, concejal de Cultura Festiva del Ayuntamiento de València.
Durante esa jornada, desde el Ministerio de Sanidad se establecía que todos los eventos deportivos de gran afluencia deberían ser a puerta cerrada. En zonas como Madrid, La Rioja o Vitoria, además de suspender las clases en colegios, institutos y universidades, se cancelaron las actividades con más de 1.000 personas, mientras que aquellos eventos que congregaran a menos de 1.000 personas, solo podrían celebrarse si respetaban una ocupación menor de un tercio del aforo.
Con estas medidas para frenar la incipiente crisis del coronavirus, nada invitaba al optimismo en el mundo fallero y apuntaba a un aplazamiento, decisión a la que llegaron la Generalitat Valenciana y el Ayuntamiento de València junto con el Ministerio de Sanidad, ya que las aglomeraciones previstas se consideraban un peligro para la población. "La responsabilidad es el primer requisito de cualquier gobierno; la Generalitat ha seguido los criterios científicos y técnicos para proteger la salud de la ciudadanía", afirmaba el cap del Consell.
La mascletà disparada a las 14 horas por la Pirotecnia Crespo de Alzira en una abarrotada plaza del Ayuntamiento era el último acto de las Fallas de 2020.
Unas Fallas suspendidas
A partir del anuncio oficial, una ola de incertidumbre se cernía sobre el mundo fallero. Declaradas como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, la decisión llegaba a unos días de iniciar su semana grande (del 15 al 19 de marzo), días en los que miles de visitantes llegan de todas las partes del mundo para disfrutar de la pólvora, el fuego, las calles iluminadas, verbenas y el ambiente festivo que reina en las calles.
En València y en muchas ciudades de la Comunitat Valenciana, a solo cinco días de la plantà, los monumentos estaban ya el la calle, en pleno proceso de construcción, por lo que la primera decisión era qué hacer con ellos. El Gremio de artistas falleros acordó el desmontaje y almacenaje en Feria València de los monumentos que podían desmontarse, pese a que algunos de Especial, así como parte de la falla municipal, se quemaron a puerta cerrada por ser imposible este traslado.
Con perdidas económicas millonarias en los sectores que envuelven la fiesta, así como en turismo y hostelería, urgía encontrar una fecha para que las fiestas josefinas de 2020 se pudieran celebrar. Quedando descartado junio, porque al celebrarse las Hogueras de Alicante era imposible compaginar una hipotética plantà de los monumentos en ambas fiestas, la Fira de Juliol era un escenario de consenso, pudiéndose alargar hasta octubre la horquilla temporal, ya que más adelante se consideraba imposible, al no haber tiempo de iniciar la maquinaria de elecciones de cargos y construcción de nuevos monumentos para marzo de 2021.
Finalmente, la tercera ola obligó, no solo a suspender las Fallas de 2020, sino a aplazar las de marzo del pasado año, permitiendo, eso sí, celebrar unas fiestas “a medio gas” durante la primera semana de septiembre, facilitando el cierre de ejercicio a aquellas comisiones que así lo decidieron.
2022, el año de la “normalidad”
Pese a que la elevada incidencia provocada por la variante ómicron hacía presagiar, hace tan solo unas semanas, un escenario poco esperanzador para las Fallas de 2022, la brusca bajada de los contagios en el último mes ha permitido que la fiesta valenciana más internacional vuelve a celebrarse con relativa “normalidad”, con el único requerimiento del uso de mascarilla en interiores y en exteriores en el caso de que haya aglomeraciones.
Así, la evolución de la crisis sanitaria, unida con una potente campaña de inmunización con la vacunación masiva, ha hecho coincidir que la primera gran fiesta que se tuvo que cancelar en el conjunto del Estado, sea la primera en poder celebrarse como antes de la llegada de la Covid-19 a nuestras vidas.
La multitudinaria Crida, celebrada el 27 de febrero, daba el pistoletazo de salida a unas Fallas que ya son históricas y que van a marcar el regreso a la normalidad, no solo de la fiesta, sino de nuestro día a día.