Desde el principio de temporada, el camino del Levante y el Valencia ha tenido distintas características. Muñiz se ha encargado desde el verano del equipo granota y muy probablemente lo lleve ascenso, mientras que los blanquinegros ya han tenido tres técnicos.
En la tabla de clasificación las realidades son asombrosamente opuestas. El Levante lidera la Liga 1|2|3 con 40 puntos, seguido por el Girona, que tiene 36. El Valencia, por su parte, descansa en lo más bajo de la tabla solo sobre el Granada, el Sporting y el Osasuna, contra el que empató en último momento por 3-3.
Desde Ayestarán que los valencianistas no logran encontrar un buen juego, con errores defensivos groseros que parecen una maldición. Los de Orriols se mueven con seguridad entre el ataque y la fortaleza en la zona de atrás, apostando además a desmarcarse del resto de la exigente Categoría de Plata, con una actitud resiliente clara.
Desde la directiva hasta el último aficionado del Levante hay un gozo de buena salud y ánimo. En el Valencia, a las puertas de la segunda rueda de la Liga, no hay más que salidas, crisis y apuñaladas por la espalda. La última de ellas, la de Suso García Pitarch.
La diferencia entre los dos conjuntos es abismal y tiene a la ciudad de Valencia sumida en un desliz de blanco y negro tortuoso.
De forma que si hubiera un amistoso entre ambos, ¿cuál sería el resultado? ¿Mostraría el Valencia ese miedo al final de los duelos y sería sorprendido por un Levante ordenado y lleno de recambios? ¿Le marcaría Roger un penalti a Alves? ¿Morales superaría a un Enzo Pérez cada vez más confundido?
Eso todavía es material de ficción.