Con más de veinte años de trayectoria en Carme Teatre, Raúl Lago se ha convertido en una de las voces de referencia en la gestión cultural valenciana. En esta entrevista repasa como programador el recorrido del espacio, los desafíos de programar artes escénicas comprometidas y los nuevos proyectos que afronta la sala en su 31ª temporada.
Has estado vinculado a Carme Teatre desde 2001. ¿Qué ha supuesto para ti acompañar el crecimiento de un espacio tan singular en València?
Para mí ha significado encontrar un lugar donde aplicar mis conocimientos en gestión cultural y mediación, y donde compartir aprendizaje con Aurelio Delgado y Marina Díaz, mis compañeros de programación. Ha sido un proceso de crecimiento profesional y personal, acumulando experiencias y observando cómo las artes escénicas locales, nacionales e internacionales han ido evolucionando. En estos más de 20 años hemos aprendido juntos y nos hemos consolidado como un espacio de referencia comprometido con la nueva creación, la experimentación y el pensamiento crítico.
Carme Teatre se define como un espacio transgresor. ¿Qué significa realmente esa transgresión y qué os diferencia de otros espacios culturales de la ciudad?
La transgresión la entendemos como asumir riesgos en los contenidos, en las formas…y viene dada por la hibridación y la multidisciplinariedad. En Carme Teatre no diferenciamos entre disciplinas: danza, teatro, performance, poesía escénica, circo, música… conviven en un mismo espacio. Lo que nos define es apostar por obras comprometidas con lo social, que dialogan con la realidad actual y que buscan provocar reflexión en el espectador. Todo ello manteniendo un nivel de excelencia en la programación.
Aunque decís no diferenciar disciplinas, en los últimos años la danza contemporánea ocupa un lugar central en vuestra programación.
Sí, aunque hablamos de danza para entendernos, en realidad nos interesa y atrae el movimiento. El cuerpo, los cuerpos en acción, está en el centro de muchas propuestas y eso nos ha convertido en un referente nacional en danza contemporánea. Hemos acogido compañías de toda España y apoyado firmemente a la creación valenciana. La danza, la creación coreográfica, es un pilar fundamental de nuestra identidad.

En una época de sobreestimulación audiovisual, ¿qué aportan las artes escénicas que no encontramos en otros lenguajes? ¿Es más difícil conectar con el público joven?
Las salas de artes escénicas, los teatros, siempre han sido espacios de encuentro. Lejos de volverse obsoletas, hoy resultan más necesarias que nunca: necesitamos espacios seguros donde compartir experiencias y reflexionar colectivamente. Carme Teatre es cultura de proximidad, un lugar donde público y artistas se relacionan sin barreras. Además de la programación, fomentamos charlas, encuentros y una cantina que es punto de reunión. Atraer a públicos jóvenes no pasa tanto por el formato como por las temáticas: lo importante es hablar de los problemas y realidades actuales que les preocupan.
¿Qué ejes temáticos marcarán esta nueva temporada?
No seguimos un único eje, pero sí una línea de coherencia: espectáculos que interpelen a la sociedad desde una mirada crítica. En el Cicle Escèniques Cuir por ejemplo, el tema central serán las masculinidades desde lo queer, con colaboraciones con la asociación Dissidents y Comité Antisida Valencia. Habrá también propuestas sobre diversidad funcional en el Cicle Famílies o espectáculos en el Cicle Carme’n’Dansa que abordan la decolonización y la vulnerabilidad social de las personas racializadas, las mujeres o el colectivo LGTBIQ+.
El ciclo Escèniques Cuir cumple ya nueve ediciones. ¿Cómo ha evolucionado y cómo escogéis los temas de cada edición?
El ciclo siempre parte de cuestiones que nos interesan y que creemos que también interesan al público. A las propuestas escénicas —que incluyen movimiento, performance y teatro— hemos sumado charlas con especialistas sobre temas como mitos y realidades de la masculinidad, las transmasculinidades o el chemsex. Nos parece fundamental abordar cuestiones que no están presentes en otros centros culturales de la ciudad para abrir espacios de reflexión necesarios.
A raíz de esto, ¿cómo seleccionáis las propuestas y qué importancia tiene acompañarlas de jóvenes creadores o propuestas más arriesgadas?
Buscamos un equilibrio. Nuestro objetivo es apoyar a compañías radicadas en la Comunitat Valenciana, sobre todo a través de las residencias creativas que ofrecemos desde hace años. En cuanto al resto del Estado, solemos invitar a compañías con una trayectoria consolidada y mezclarlas con creadoras locales con menos recorrido. De este modo se generan sinergias y redes muy enriquecedoras. Muchas compañías que empezaron en Carme Teatre hoy cuentan con premios y reconocimiento. Para nosotros la labor de un gestor cultural es la de facilitar: espacios de trabajo, herramientas, encuentros y oportunidades.

Carme’n’Dansa se ha consolidado como referente en danza contemporánea. ¿Qué balance haces de la última edición y qué retos afrontáis de cara al futuro?
El balance es muy positivo. Es un ciclo que funciona tanto a nivel de público como de sector, y nos permite traer proyectos nacionales que enriquecen a creadoras valencianas. Siempre intentamos combinar trayectorias consolidadas con compañías más jóvenes, fomentando un diálogo intergeneracional. El reto ahora es mantener este equilibrio y seguir generando oportunidades a través de residencias y coproducciones, para que la danza valenciana siga creciendo en conexión con el panorama nacional e internacional.
También diriges Vociferio, festival de poesía. ¿Cómo se complementa con Carme Teatre?
Ambos proyectos se nutren mutuamente. Vociferio nació en 2011 para dar visibilidad a poéticas diversas y hoy es un festival consolidado que en 2026 celebrará su 15ª edición. La poesía, la danza, el teatro o la performance no son compartimentos estancos, sino lenguajes que dialogan entre sí. Mi formación y mis intereses se reflejan en ambos proyectos.
Uno de los grandes desafíos es la sostenibilidad. ¿Cómo afrontáis el equilibrio económico y organizativo?
El verdadero reto es económico. Vivimos en un sistema cultural dependiente de ayudas públicas, y tenemos que explicar constantemente a los responsables de las Instituciones públicas la necesidad de apoyar a las salas privadas y sus proyectos. Sin nuestro trabajo, muchas compañías no tendrían espacio para exhibir, para crear. Defendemos precios accesibles y descuentos para acercar una programación diversa y no mainstream a más públicos. Nuestra visión es buscar siempre el equilibrio entre la rentabilidad social y la económica.
¿Tenéis algún proyecto pendiente que queráis impulsar?
Hemos cumplido casi todos los proyectos que nos hemos planteado. Ahora lanzamos Butaca 180, un nuevo formato en el que los espectáculos podrán verse online en 180 grados, ofreciendo la sensación de estar sentado en la grada del teatro. Es una manera de abrir Carme Teatre a públicos internacionales sin perder nuestra identidad.
Has vivido la evolución del público desde la calle Gutenberg hasta la avenida de Gregorio Gea. ¿Qué cambios has observado?
Estuvimos 20 años en Gutenberg y desde 2015 estamos en Gregorio Gea. Al principio éramos pocas salas privadas “alternativas” en València, y costó que el público entendiera que aquello también hablaba de ellos. Hoy mucha gente viene sin mirar qué hay porque confía en que le resultará interesante. Creo que lo más valioso es precisamente esa confianza: que el público venga sin necesidad de comprobar la programación porque sabe que lo que verá le resultará estimulante. Eso es un logro enorme, y sin ese público no estaríamos aquí. Por eso hay que mimar tanto a las creadoras como a quienes vienen a la sala. Carme Teatre es un lugar de encuentro y de confianza: siempre encontrarán algo que les hará reflexionar, emocionarse o descubrir lenguajes escénicos nuevos.
