La inserción laboral, una asignatura pendiente para las mujeres víctimas de violencia de género

Nueve de cada diez mujeres víctimas de la violencia de género se sienten más vulnerables y aisladas cuando están desempleadas

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Manifestación del 25N en València (Xisco Navarro)
Manifestación del 25N en València (Xisco Navarro)

Nueve de cada diez mujeres víctimas de la violencia de género se sienten más vulnerables y aisladas cuando están desempleadas. Así se extrae del informe ‘Violencia de género y empleo’ realizado por el Observatorio de la Vulnerabilidad y el Empleo de la Fundación Adecco, en colaboración con 18 empresas colaboradoras. Y es que aunque resulta complejo establecer una relación causal directa entre el empleo y la protección frente a la violencia de género – ya que el hecho de que una mujer sea víctima no depende de su situación laboral, sino exclusivamente de la conducta de la persona agresora – lo cierto es que los datos evidencian que el desempleo actúa como un factor de vulnerabilidad añadida. 

Como reflejan los datos, en el momento en que comenzaron a sufrir agresiones, el 67,8% de las mujeres encuestadas no tenían trabajo, lo que sugiere que “la falta de independencia económica, de recursos propios y de autoestima puede dificultar la detección temprana, la denuncia y la posibilidad de romper con el ciclo de la violencia”. De hecho, el 91% afirma sentirse más vulnerable, dependiente y aislada cuando no tiene empleo. “La falta de trabajo dificulta su salida de entornos de violencia, agravando su sensación de inseguridad y exclusión social. Por el contrario, el empleo actúa como un factor clave de protección y fortalecimiento personal, permitiendo que muchas mujeres rompan el círculo de violencia”, manifiesta el informe.

Asimismo, a partir de la encuesta realizada a 490 mujeres que están superando un proceso de violencia de género, el 53 % busca trabajo como un paso imprescindible hacia su independencia y recuperación, mientras que el 47 % ya ha accedido a un empleo. 

Cuando una mujer víctima de violencia de género depende económicamente de su pareja, esta puede utilizar esa dependencia para ejercer un mayor control y sometimiento. Por ello, el empleo no es solo una fuente de ingresos: es una vía para que las mujeres recuperen la dignidad y el control sobre sus vidas”, destaca Begoña Bravo, directora de Inclusión de la Fundación Adecco, quien señala este informe como una manera de sensibilizar y reconocer la importancia que el empleo tiene  para “la recuperación y normalización de la vida de las mujeres víctimas de violencia de género” para, de esta manera, impulsar “iniciativas que aceleren su inclusión laboral”.

“El empleo actúa como factor de prevención y resiliencia frente a la violencia de género”

Como se muestra en el informe, el empleo se convierte en un elemento de protección y resiliencia. “Tener una ocupación no garantiza la erradicación de la violencia, pero sí contribuye significativamente a reducir su impacto y a prevenir su repetición”. Las mujeres que han logrado acceder a un puesto de trabajo destacan el cambio que supone esta nueva etapa: el 72% considera que trabajar reduce la probabilidad de volver a sufrir una situación de violencia, al proporcionarles autoestima (87,5%), estabilidad económica (84,2%) y una red de contactos más amplia (69,1%).

“El trabajo no constituye una barrera infranqueable frente a la violencia de género: por sí solo no garantiza la erradicación del problema, pero sí actúa como un potente factor de prevención y resiliencia, al fortalecer la autonomía económica, la autoestima y las redes de apoyo que ayudan a las mujeres a mantenerse fuera del círculo de la violencia”, concluye Begoña Bravo, directora de Inclusión de la Fundación Adecco.

Gráfico empleo y violencia de género
Gráfico empleo y violencia de género. 

Fuente: Observatorio de la Vulnerabilidad y el Empleo. Fundación Adecco

La cronificación del desempleo entre las mujeres víctimas de violencia de género

A pesar de que el empleo se consolida como uno de los principales motores de recuperación y normalización de la vida de las mujeres víctimas de violencia de género, las barreras para acceder al mismo son dobles y persistentes. Esta realidad se refleja en la cronificación del desempleo: casi la mitad de las mujeres víctimas que buscan trabajo (49%) lleva más de un año intentándolo sin éxito, un dato que evidencia las grandes dificultades que afrontan para acceder al mercado laboral. 

Pero, ¿cuáles son los principales frenos para acceder al mercado laboral? Entre los principales destacan el desconocimiento a la hora de plantear la búsqueda de empleo (65,3%), la baja autoestima (64,2%), las responsabilidades de cuidado no compartidas (51,7%), el miedo a ser localizada por la persona agresora en el puesto de trabajo (46,4%) o las limitaciones en el acceso a recursos digitales, derivadas tanto de la falta de medios tecnológicos como del control ejercido por la persona agresora sobre el correo electrónico y otros canales de comunicación (35%). Estas barreras, en muchos casos interconectadas, no solo limitan sus oportunidades laborales, sino que profundizan el sentimiento de aislamiento y dependencia.

“Las mujeres víctimas no solo deben hacer frente a las dificultades estructurales del mercado de trabajo – como la brecha de género – sino también a obstáculos emocionales, sociales y de seguridad personal derivados directamente de su situación. Esta doble vulnerabilidad dificulta la reconstrucción de sus proyectos vitales y laborales, perpetuando el desempleo y el círculo de exclusión. Favorecer su inclusión laboral con itinerarios personalizados resulta esencial para romper ese círculo de aislamiento y devolverles autonomía, autoestima y estabilidad”, destaca Begoña Bravo.

Una manifestación por el 25N - Foto: Lorena Sopna - Europa Press
Una manifestación por el 25N - Foto: Lorena Sopna - Europa Press

Miedo, estigma y prejuicios en el acceso al empleo

Cuando logran participar en un proceso de selección, muchas mujeres que han atravesado situaciones de violencia de género llegan con miedos e inseguridades que aún persisten. De hecho, el 75% de ellas opta por no mencionar su experiencia con la violencia de género durante una entrevista laboral, por temor a que esta información perjudique sus posibilidades. Esta decisión se basa en el miedo a los estereotipos que todavía circulan en la sociedad y en el ámbito profesional, donde con frecuencia se asocia a las supervivientes con perfiles débiles, dependientes o problemáticos.

Como consecuencia, en su búsqueda de empleo suele haber una fuerte tendencia a la prudencia y al silenciamiento. Algunas mujeres deciden no explicar los periodos sin actividad profesional en sus CV o los justifican con otras razones para evitar preguntas comprometidas o actitudes discriminatorias. Este temor a ser etiquetadas como “víctimas” no solo dificulta que accedan a apoyos especializados, sino que también profundiza su sensación de soledad.

Según destaca Begoña Bravo, “en la Fundación Adecco comprobamos que las mujeres que han vivido violencia de género son plenamente conscientes de que el empleo es un pilar esencial para reconstruir su vida: les proporciona confianza, independencia económica y la posibilidad de tejer nuevas redes de apoyo. Esta conciencia se refleja en un compromiso, una motivación y una lealtad excepcionales hacia los proyectos empresariales en los que participan, un valor que debe ponerse en relieve”.

En la misma línea, Francisco Mesonero, director general de la Fundación Adecco, recalca que “la integración laboral de las mujeres que han sufrido violencia requiere la implicación decidida de empresas y administraciones. Es imprescindible eliminar los prejuicios que las siguen marcando y asegurar espacios de trabajo inclusivos, donde puedan desarrollar su carrera en igualdad de oportunidades y con plena seguridad”.

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