Jordi Sarrión i Carbonell

Opinión

¿Somos unos fachas los valencianos?

Periodista

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Col•lectiu El Cameraman, 9 d'octubre 1977
Col•lectiu El Cameraman, 9 d'octubre 1977

Los valencianos somos unos fachas. ¡Es obvio! ¿Todavía no te has enterado? Si lo dicen los medios de comunicación de Madrid y todo. Eso. Que la paella y la corrupción, como en València en ninguna parte. Somos unos fachas, que también nos lo dicen desde Cataluña. Si hasta hay banderas de España en el País Valenciano, y eso nos hace fachas, que nos lo dicen algunos catalanets de buena voluntad.

Al final, como siempre, según el relato oficial todos son los más-progres-del-universo menos los valencianos que, ya lo sabemos: somos unos fachas. “Que sí, que estáis aprobando algunas de las leyes más avanzadas de las que se han aprobado en España en muchas décadas, pero…”. Sí, al final es lo mismo que aquel “yo no soy racista, pero…” o el “ya sé que el catalán y el valenciano son la misma lengua PERO mejor si le decís catalán y decís tarda en vez de vesprada”.

Lo que les molesta

Me he dado cuenta de que, tanto al norte como al sur, y tanto al este como al oeste, lo que les molesta es que los valencianos tengamos una agenda propia. Les molesta, y mucho —especialmente a quienes nos miran con condescendencia desde su atalaya de la M-30— que, por una vez, los valencianos no pidamos ni perdón ni permiso antes de tomar nuestras propias decisiones. Como cuando María José Català, del PP, pidió perdón por “pasarse al valenciano”, ¿os acordáis? Y, más aún. Lo que les molesta es que nos demos cuenta de que podemos tomar decisiones de manera totalmente autónoma. Y, para más inri, que, muchas veces, ¡estas decisiones sean incluso exitosas!

Por eso, cuando el president Ximo Puig se reúne con el presidente de Andalucía sin ningún tipo de tutela, la prensa centralista pierde los papeles. Por eso, cuando Mónica Oltra pone en pie a Les Corts contra la derecha reaccionaria española, la caverna no la perdona y la persigue, sin ningún tipo de escrúpulo. Y, por eso, nos intentan silenciar y nos intentan callar. Porque, al final, como decía mi abuela, “no hay mayor desprecio que no hacer aprecio”. Y eso es lo que han hecho, hacen y harán contra nosaltres, els valencians: despreciarnos con su silencio mediático.

Hablaba sobre esto con una amiga y me puso un símil que llamó mi atención. España es como el AVE. Puedes hacer y deshacer libremente, con la única condición de que no se te olvide pasar por Madrid: es una forma de pagar el peaje (a veces, literalmente). Cuando empiezas a construir poniendo los intereses de tu Pueblo por encima de los de las élites de Madrid, comienza a olerse el problema. Y es entonces cuando tú, que antes eraS considerado como alguien con trellat y sentido común, pasas a ser considerado un peligroso y terrorífico enemigo.

La hora de los valencianos

Y sí. Es obvio que harán todo lo posible para ir contra nosotros, los valencianos. Que harán todo lo posible para que no se escuche nuestra voz; para que nadie sepa que aquí se hace política con mayúsculas; para que a nadie se le pase por la cabeza pensar que hay otra forma de hacer política; para que la gente de otros territorios de España continúe pensando que no existe ninguna alternativa; para que nadie se dé cuenta de que NO TODOS LOS POLÍTICOS SON IGUALES. Por mucho que les fastidie a algunos.

Pero esto no puede hacernos retroceder y volver hacia atrás. No nos puede dejar volver a tener miedo y mirar al pasado. Me niego. Esto tiene que ayudarnos a darnos cuenta de que es nuestro momento. Darnos cuenta de que, por primera vez en muchos años, los valencianos somos conscientes de que somos Pueblo y nos hemos levantado. Y hemos dejado de llamar a Madrid y a Barcelona antes de tomar cualquier decisión. No nos podemos permitir conflictos innecesarios, discusiones subidas de tono o volver a los debates estériles del pasado: por delante tenemos todo un futuro por construir.

A la valenciana, sin pedir permiso

El otro día almorzaba con mi querido Francesc Gascó —a quienes algunos de aquí conoceréis como @pakozoic—. Una de las personas más preparadas que conozco. Divulgador, científico, doctor en Paleontología y atleta. ¿Alguien da más? Y allí estábamos, en La Pérgola de València ejerciendo nuestra valencianidad mientras almorzábamos un Bocata Súper Bombón y arreglábamos el mundo. Y hablábamos de esto, de cómo los valencianos estamos venciendo el estigma y estamos demostrando que, cuando nos unimos, somos capaces de todo. Para él, afincado en Madrid, no tengo ningún tipo de duda de que lo más fácil sería pasar del valenciano y de su tierra. Diluir, como hacen tantos otros, su valencianidad. Pero él ha decidido llevar su orgullo valenciano por el mundo y combatir los prejuicios que existen contra nuestro Pueblo.

Acabar con estigmas como que los valencianos somos unos fachas es un trabajo colectivo que estamos comenzando a llevar a cabo. Poco a poco. En cada charla, cada Twitch, cada artículo, cada nueva ley del Botànic. En cada acto de resistencia que, por suerte, poco a poco se convierte en cotidiano. Cada concierto de música en valenciano fuera del País Valenciano donde la gente canta los estribillos al unísono (y en los de dentro, claro). Cada vez que sacamos nuestra señera a los balcones y a las calles mientras nos insulta gente con la misma bandera que nosotros, inexplicablemente. Los mismos que, horrorizados, terminan sacando la rojigualda a los 10 minutos.

¿Fachas? El nuestro es un Pueblo que camina, que ve la vida con ojos bañados por el agua de nuestro mediterráneo. Un Pueblo que respira azul clarito en sus pulmones cuando pasea por nuestras sierras y montañas. El nuestro es un Pueblo digno y trabajador, uno que ha decidido abandonar la relación tóxica que mantenía con el PP. Con unos gobernantes que le prometían las mejores vistas en primera línea de playa, pero que se lo regalaban a la primera de cambio a sus amantes madrileños. El nuestro es un Pueblo que, poco a poco, se levanta y se quita de encima los complejos. Que comienza a caminar, sin miedo y con aquella luz ilimitada de la que hablaba Estellés y con la que brilló el iluminismo de la mano del gran maestro Sorolla. Un Pueblo que late cada día más fuerte, lleno de fuego y de una luz que nunca dejará de brillar.

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