Opinión

Sobre relatos y narrativas

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Los acontecimientos del día 1 de octubre prevén una fractura radical con el legado del 78. Construimos una democracia asemejada con los restos de un franquismo intimidador de todo aquello que quedaba a su izquierda. Cedimos en mantener determinados símbolos, y en determinados representantes soberanos de la máxima jerarquía genética. Fue una realidad sobrevenida, a la cual no se podía hacer una gran oposición. El legado del miedo, después de una larga represión física y moral ya estaba muy cristalizado en la piel de la mayoría silenciosa. A pesar de que el brillo de aquel artefacto y la pretendida solidez de la nueva democracia nos abría las puertas de Europa, nos encontramos repentinamente con un juguete obsoleto en proceso de licuefacción. ¿Adiós 78? ¿Hola 17?.

Se inicia ahora un tiempo de esperanza por un definitivo cambio de modelo de gobernanza pero también se divisa que, será muy largo y emocionalmente costoso, no hay ningún tipo de duda. Vamos a sufrir, y esperamos que sólo sudor y lágrimas.

Los afectados: no solamente los principales actores de esta tragedia, el pueblo catalán y español, y los gobiernos de los dos. También los ciudadanos que no sienten latir el corazón a la sombra de ninguna bandera, hijos de una circunstancia tan azaroza e involuntaria como nacer en un determinado territorio. También los ciudadanos de cualquier rincón con una radio, un televisor o una conexión a internet. Aunque no tengamos ninguno de estos medios de seguro que tenemos algún vecino, amigo o familiar que nos inoculará el virus del relato cotidiano. Esto más que de relatos va de narrativas perversas. Porque en un mundo globalizado la “desconexión” total es una utopía, y la parcial, si no está negociada, está condenada al fracaso.

Esto va de relatos, y ante los hechos del momento más contemporáneo, del todo el pre y post que se articula alrededor del procés del día 1, creo que no podemos manifestarnos únicamente desde el plano emocional, que es donde sin duda, se perpetúan los conflictos. Si queremos soluciones pacíficas a una crisis de tan gra calado, tenemos que ser muy remirados y tener una empatía mínima hacia el otro. Tenemos que trabajar la alteridad, que es todo aquello contrario a lo  que ha estado haciendo el gobierno del señor Rajoy. No valen ya argumentos tan pueriles y de tan poco gusto como el de “son un pueblo odioso, y además no se pueden ir”, esa es la máxima expresión del rencor acumulativo de las escuelas de verano de la FAES o de los tertulianos sacadineros. Esa es la vía que ha hecho crecer un independentismo que ha ganado razón de ser cuando más leña le echaban. ¿Es que no tenemos una intelectualidad española capaz de construir puentes, de construir una narración alternativa que reivindique la hermandad sincera? Aunque fuera por puro pragmatismo economicista, valdria la pena.

@Rius_Xavier

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