Jordi Sarrión i Carbonell

Opinión

Sin comarcas castellanoparlantes no hay País Valenciano

Periodista

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de pas a pas per unir el País Valencià, Disseny de Cesc Roca.
de pas a pas per unir el País Valencià, Disseny de Cesc Roca.

Cómo publicó mi compañera Emma Zafón en la Lletraferit, “de Olocau del Rey a Orihuela y del Rincón de Ademuz a Segorbe hay otro país de valencianos y valencianas: el de aquellos y aquellas que hablan (y añado yo, hablamos) castellano”. Los 630.000 habitantes del País Valenciano que, sea con influencias aragonesas, manchegas o murcianas, representamos en torno al 12.7% de la población valenciana. Además, sufrimos graves problemas de desindustrialización, y, en general, de carencia de comunicaciones como trenes y buses. Una situación que, en muchas zonas castellanohablantes, propicia que nos estemos quedando despoblados, como denuncian desde redes y cuentas como la de “Pueblos y paisajes abandonados”.

Mi pueblo, Enguera, es la capital de La Canal de Navarrés. A solo 17 kilómetros de Xàtiva, que ejerce como nuestra metrópoli de referencia, se encuentra la villa donde nací. Un lugar donde, por cierto, hay uno de los castillos que, junto otros como el de Quesa o el de Moixent, formaron parte del área de influencia del castillo de Xàtiva durante el Reino de València. Un pueblo donde comemos gazpacho manchego los sábados y paella los domingos. Un pueblo donde creces hablando en castellano pero un día sales a la terracita y descubres a tu vecino escuchando “Tempestes venen del sud” de Zoo. Y también un pueblo donde, si continúas hasta el final de nuestro extenso (y precioso) término municipal, acabas en Albacete. 

Pero…¿Qué es ser valenciano?

Antes había mucha gente que recitaba aquel aforismo de Josep Pla que decía que “mi país es aquel donde cuando digo bon dia me responden con un bon dia”. Y, claro, como explica siempre Amadeu Mezquida…Se ve que en Enguera o en Buñol no somos tan valencianos como el resto. Os preguntaréis por qué pasa esto. Primeramente, porque venimos de un valencianismo con una visión etnolingüística. ¿Qué quiere decir esto? Pues que, para ellos, el hecho que constituye el País Valenciano y el Pueblo valenciano es la lengua y, en algunos casos, incluso la existencia de una etnia valenciana. ¡Nosotros, que somos mezcla pura y dura! Netes de moriscos i fills de mallorquins, como cantan los de Zoo.

Después, porque el valencianismo ha intentado construirse mirando a Barcelona o a Madrid y se ha olvidado de sí mismo. A veces, se ha olvidado de nuestros problemas cotidianos, de nuestros anhelos e, incluso, de nuestra propia existencia. Hemos llegado a perder la conciencia de ser Pueblo, y no nos podemos permitir volver a perderla nunca más. Se trata de que empecemos a pensarnos (y repensarnos) a partir de nuevos términos, desde una visión valenciana ​stricto senso ​que, al mismo tiempo, esté, abierta al el mundo. Y, en esta tierra que nos importa bastante más que un país queremos poner nuestros problemas, nuestras preocupaciones y nuestros sueños en el centro. Porque, si no lo hacemos nosotros, alguien nos engañará y nos hará creer que sus problemas son los nuestros. Al fin y al cabo, no queremos ser mejores ni peores que nadie: solo queremos ser valencianos.

El País Valenciano: horizonte compartido

Pero… ¿Por qué en vez de pensarnos como valencianos en base a un pasado común (que compartimos) no nos construimos en base a un horizonte común por conquistar? Hay un trocito de País Valenciano en cada almuerzo popular, en cada vez que vuelves al pueblo y en el bar te sirven cacaus con la cerveza; en cada vez que mi amigo Chi, que vino de Chile hace unos años, muestra orgulloso la foto de su arroz al horno. Hay un país que late cada vez que una charanga del pueblo toca una canción de La Fúmiga y hace cantar en valenciano a la gente. Cada vez que una madre apunta a su niño en la escuela de música y le dice que no quiere ser astronauta, sino saxofonista. Una semilla que brota en cada trobada por el valenciano, en cada asociación de vecinos que se organiza para defender su barrio o su pueblo, en cada joven que decide que en sus redes no quiere llegar a más gente, que le sobra con llegar a su gente.

Cada vez que viajo o vivo fuera estoy más convencido. Y recuerdo a todos los valencianos castellanohablantes que me encuentro en Madrid o Barcelona y me dicen, entre lágrimas, que echan de menos “su terreta”. En todos aquellos valencianos que siguen montando Fallas y reuniéndose para compartir paellas en los casales valencianos de Chile o Argentina. A su manera, como cantaba La Gossa Sorda, también matarían para volver a ese lugar que nadie les puede negar: SU CASA. 

Valencianas: tenemos un tesoro. Se ve mucho mejor cuando uno está fuera, como siempre me comenta el amigo Cesc Roca. Una patria pequeña y alargada donde la gente se preocupa por el otro, donde amigos son amigos y familia es familia, como cantaba Rubén Blades. ¡Y siempre hay cacaus y tramussos! Una tierra por construir colectivamente, con el amor y la solidaridad como banderas que nos unan. A quienes decían que los valencianos somos demasiado diferentes entre nosotros, demostrémosles que es precisamente esa diferencia y la voluntad de construir un futuro común lo que nos hace grandes. Consigamos que quienes no piensan como nosotros quieran construir un futuro con nosotros. Baydal, va por ti: ¡Visca València lliure!

https://youtu.be/22ar4jyd8gu

 

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