Opinión

Liderazgos Siglo XXI

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Nunca me han gustado los liderazgos carismáticos. El carisma apela a una cualidad humana, o “don natural” de las personas, que produce una fuerte atracción de los demás hacia la personalidad, el discurso o la mera presencia de las personas que lo poseen. Como no podía ser de otra manera, el cristianismo concibe el carisma, de forma particular, como una gracia divina concedida a los hombres, aunque parece que no a las mujeres, en beneficio de la comunidad. Solo mencionar que algunas de las atrocidades más espeluznantes de la humanidad han tenido, en su entorno o en su causa, liderazgos de tipo carismático.

Por otra parte, tanto en el ámbito social como en el político, el liderazgo es una función que puede ayudar al desarrollo de las personas, de sus ideas e, incluso, de sus organizaciones. Pero, esta vez, quiero referirme a los liderazgos del siglo XXI, es decir, a aquellos basados en la funcionalidad, en la generosidad, en las habilidades instrumentales de las personas, independiente de su sexo, que se ponen, y esta vez sí, al servicio de la comunidad, de los grupos humanos y de sus ideas, incluso de sus organizaciones, sean o no políticas.Se habla actualmente de una carencia de liderazgo en el espectro político de nuestro país. Estoy totalmente de acuerdo. Y es que no reconozco liderazgos del siglo XXI.

Abundan, ahora, las personas que en la infancia les dijeron que todo era posible, que conseguirían todo aquello que se propusiesen, que no tenían parangón. Un cúmulo de mensajes y actitudes motivadoras que podían ayudar a impulsar a personas en un estado incipiente de desarrollo y de madurez. Aunque, probablemente, se olvidaron de decirles, también, que todo esto no se les daría “por añadidura”, meramente por ser quienes eran, y que la consecución de los objetivos personales no debía ser a costa de pisotear, destruir o eliminar al resto de seres humanos que pudieran encontrar en su camino. Probablemente, no les hablaron de lealtad, generosidad, ética, solidaridad, coherencia, empatía, autocontrol, franqueza, benevolencia… y de toda un suerte de cualidades y habilidades que se consideran imprescindibles para el ejercicio de un correcto liderazgo, que considero y acuño como el liderazgo del siglo XXI.

Ahora, estas personas ejercen liderazgos carismáticos, o no, pero de carácter despótico, carentes de cualquier generosidad con aquellas personas de su entorno. Han venido a que les sirvan, y no a servir. Han venido a ordenar, y no a dirigir, proponer, consensuar y corregir. Sinceramente, creo que esos liderazgos despóticos no tienen cabida en una sociedad avanzada, y generan a medio plazo una notable ineficiencia y una soledad infinita a su alrededor.

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