El confinamiento, una oportunidad perdida para el cambio climático

Es requereix un canvi en els hàbits de la població

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Jabalíes por las calles de Barcelona, pavos reales en el centro de Madrid y la Organización Meteorológica Mundial declara que el confinamiento puede producir una reducción del Dióxido de Carbono del 6 % en 2020. Así impactó el confinamiento durante el estado de alarma por la COVID-19 al medio ambiente, entre muchos factores. Sin embargo, la esperanza de mejorar el equilibrio entre los habitantes y la tierra se pierde cuando se informa que la posición en la que se encontraba el medio ambiente ha vuelto a su transcurso y no se han llegado a conseguir las reducciones de emisiones contaminantes necesarias. De hecho, solo se lograron bajar las temperaturas mundiales 0,01 grados.

Muchos expertos ya manifestaban la necesidad de aprovechar la situación del confinamiento y de establecer medidas a largo plazo para combatir el cambio climático. Estas medidas deberían tener una repercusión en la conservación de un mínimo de superficie de territorio, que asegure el mantenimiento de una importante parte de los ecosistemas en estado natural y la calidad de los ríos y del mar en buen estado.

Los ecosistemas en conjunto realizan las funciones de mantenimiento de las condiciones que hacen del planeta habitable. Por ello, ya desde los años setenta se pronostica que si se continúa con el actual modelo socioeconómico, el planeta colapsará y la población humana tendrá graves consecuencias. Existen varios estudios e informes realizados por expertos como el informe del Club de Roma de 1972 o el posterior informe de Brundtland, de principios de los ochenta, donde se explica que, si no cambia la situación, se podría dar el caso de una situación social parecida a la de esta pandemia, con problemas sanitarios y económicos importantes. El empresario multimillonario Bill Gates ha declarado en su blog GatesNotes que para 2060, el cambio climático podría ser tan mortal como la COVID-19, y para 2100 podría ser cinco veces más mortal.

La pandemia ha enseñado, entre muchas cosas, la necesidad de confiar más en los científicos y en la ciencia. Muchos investigadores declaran que debería aplicarse este concepto a la lucha contra el cambio climático. No obstante, también es cierto que es difícil asociar "ir contra el cambio climático" con "protegerse de la pandemia", puesto que hay mensajes que se contraponen. Así lo declara Andreu Escrivà, técnico de València Clima i Energia: "coger el coche en lugar del metro, o comprar cosas plastificadas. En un momento de emergencia sanitaria la prioridad absoluta tiene que ser la salud".

Uno de los principales motivos de este descenso de emisiones contaminantes fue gracias a la interrupción de la circulación. Aunque, cuando ha terminado el confinamiento, los hábitos de la gente y las políticas de transporte urbano no han cambiado.

El consumo del petróleo y carbón cayó con la correspondiente disminución de emisiones, además de todos los procesos industriales y el transporte -incluido el marítimo-, cuestión que hizo caer sensiblemente las tasas de emisiones contaminantes. También, al haber menos demanda de materia prima, se paró la destrucción de los ecosistemas. Como consecuencia de una economía menos activa, las bolsas cayeron y la actividad especulativa también. Hecho que evidencia la total repercusión ambiental que tiene una bajada de la economía y la relación entre la conservación del planeta con esta.

Se paró la vida diaria, pero no se han llegado a conseguir las reducciones de emisiones contaminantes necesarias acordadas, hecho que evidencia el sistema estructural económico y la demanda por los defensores medioambientales de poner en valor otro modelo.

Escrivà asegura que ahora es el momento del cambio. Se están empezando a plantear algunas cuestiones respecto las ciudades y su contaminación, como por ejemplo la recuperación macroeconómica New Green Deal, aunque "no nos hagamos ilusiones, está en un segundo plano".

La bicicleta, el futuro del transporte en València

Ciudad plana, clima beneficioso y una accesibilidad próxima de las distancias. Así se describe València como la ciudad ideal para implantar la bicicleta como el mejor medio de transporte para el clima, a la vez que andar.

El principal problema, según comenta Escrivà, el aparcamiento: "es una asignatura pendiente poder dejar la bicicleta como se deja en otros países europeos". De este modo, se precisan parkings seguros, accesibles y universales, para aquellos que quieran dejar la bicicleta sin miedo a que sea robada.

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