​Un buen Levante cae en Vallecas

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El encuentro germinó desde la contradicción más absoluta, al menos por lo que respecta a los intereses del Levante. Todavía en maitines y sin que el balón echará a rodar por la pradera de Vallecas, Muñiz ya estaba obligado a mirar en dirección hacia el banquillo en aras a modificar la alineación que inicialmente había previsto que saltara al césped del feudo franjirrojo. No parece un hecho habitual mudar la composición del once antes inclusive de ajustarse las botas y romper las hostilidades, pero aconteció en una tarde de emociones antitéticas, en función de las necesidades espírituales, anímicas y también deportivas de cada uno de los contendientes, que resolvió Lass con un cabezazo ganador cuando el encuentro estaba entre signos de interrogación tras la igualada conquistada por Roger en los minutos finales del capítulo inicial. Quizás no sea la más exquisita de sus virtudes, ni la más convincente de sus propuestas, pero el gol del jugador africano tenía ascendencia y significado y se celebró en el coliseo vallecano con profusión y con boato. La diana revitaliza al Rayo en esa lucha que mantiene contra las profundidades de la tabla. Durante muchas semanas dio síntomas de depresión y de inanición, pero desde la llegada de Michel ha provocado una auténtica catarsis con resultados más que evidentes.

Iván y Esteban Saveljich ni tan siquiera llegaron a clavar los tacos al verde. Los dos defensores, pese a que comenzaron el obligado calentamiento con el resto del grupo, regresaron a la caseta para quedarse minutos antes del iniciarse oficialmente la batalla de Vallecas por problemas estomacales y Róber Pier aguantó en pie únicamente seis minutos antes de ceder su puesto en la línea de medios a Espinosa por cuestiones análogas. Sangrante parece el caso de Saveljich. El argentino volvió a despeñarse de una alineación cuando estaba preparado para combatir desde el centro de la zaga ante la escuadra vallecana acompañado por Postigo. Definitivamente, la Diosa Fortuna parece decidida a abandonarlo a su suerte. En el choque anterior que reunió a los dos colectivos en el Ciutat de València perdió protagonismo como consecuencia de la intensa tromba de agua que anegó la instalación de Orriols y que determinó que el enfrentamiento cambiara de fecha. Vallecas cruzó a dos escuadras separadas por un auténtico abismo.

Imposible establecer concordancias desde un punto de vista anímico, pese al abolengo que comparten. El Rayo Vallecano siente en sus carnes el yugo opresor de la Segunda División B prácticamente desde el nacimiento de la competición liguera. Su condición de notable de la categoría no le ha eximido de la congoja y de desarrollar ese miedo atávico que genera aquello que resulta desconocido. En la cronología actual del curso sabe que está obligado a practicar un ejercicio de resistencia para sobrevivir y para perpetuarse entre sus inquilinos. El aspecto suele ser definitivo y también definitorio y permite aclarar el estado anímico de sus jugadores y esa precipitación en la que incurrrieron en diferentes fases de la confrontación. No suele ser fácil bordear el alambre cual funambulista sin perder el sentido, principalmente en un ecosistema caracterizado por una extrema igualdad y por una paridad absouta. Cualquier paso en falso te puede guiar hacia las catacumbas; de manera irremediable.

El Levante atraviesa por un estadio totalmente alejado cuando amanece el mes de mayo. No hay síntomas de depresión, ni de incertidumbre y sí vestigios de la euforia que embarga a un bloque que consignó el retorno a la elite la pasada semana tras aniquilar al Oviedo en el Ciutat de València. Y esta condición también resulta definitoria. De pronto se ha borrado del rostro de los futbolistas granotas cualquier indicio de preocupación inherente a cada enfrentamiento liguero. Esta sensación puede convertirse en un arma de doble filo según su interpretación. Muñiz agitó el banquillo y partió con infinidad de novedades. Oier defendió el marco granota. Era quizás la principal incógnita.

El gol de Aguirre no mutó el diseño de la confrontación. En ese instante había que calibrar la capacidad de respuesta del combinado levantinista. Era el momento oportuno para lanzar un mensaje sobre el que discernir qué tipo de encuentro se anunciaba. Era el minuto dieciséis y restaba un océano que surcar. Podía ser previsible que el Levante se dejara invadir por el sopor para quedar en letargo y podía ser previsible que decidiera apelar a su carácter con el fin de exhibir sus credenciales. El colectivo prefirió el riesgo y apostar por la segunda vía que anunciaba que había partido en Vallecas. El Levante no iba a claudicar. Lo demostró Casadesús con un remate frontal que chocó con el cuerpo de un defensor cuando buscaba las redes de Mejías. El gol no pausó, ni tranquilizó al Rayo. Quizás la peor noticia para el equipo local fue la escasa presencia de Trashorras como arquitecto del juego franjirrojo.

Sin esa pátina de brillo que generan sus botas, el Rayo perdió imaginación y capacidad para la sorpresa. El balón partía desde la zona que gobiernan los centrales hacia el frente sin una dirección clara mientras la grada reivindicaba su ascendencia. El Levante encontró un agujero por la banda izquierda para proyectarse. Abraham capitalizó la atención por ese costado. Casadesus y Rubén cercaron el gol, pero fue Roger quien dejó impreso su sello con un disparo cruzado repleto de distinción y de calado que acarició la red. El pistolero sacó sus armas para defender la condición de principal artillero de la categoría de Plata y de paso se resarció de la decisión adoptada minutos antes tras un error en el despeje de Amaya. Roger no entiende de de armisticios, ni de períodos de entreguerras. Afronta cada partido con laconvicción de un guerrero. Y entrega su alma. El encuentro adquirió más voltaje en la reanudación. El vértigo se apoderó de cada área. En esa lucha sin tregua surgió Lass para conceder una victoria anímica y revitalizante para el Rayo.

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