El Levante rompió la fortaleza de Anduva y sigue líder de la Liga 1|2|3

De visita, els de Muñiz van superar per 0-3 al Mirandés

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Era un partido para intrépidos en un estadio inescrutable y así lo interpretó la escuadra azulgrana, principalmente Roger. El pistolero se batió con el ardor y la exigencia que caracterizaba a los gladiadores de la época romana para capitalizar una victoria reveladora en el cosmos de LaLiga 1|2|3. El atacante desenfundó con fruición en sendas ocasiones, una especialidad que parece dominar en este amanecer del curso liguero, para desactivar a un Mirandés heroico en la resistencia hasta que las fuerzas sesgaron su rendimiento, en dos acciones que conjugaron en su nacimiento con la estrategia.

Y la fe con la que se mueve sobre el campo Roger prologó la acción que cerró definitivamente el enfrentamiento. El atacante dominó un balón que parecía perdido. La decisión que mostró le permitió superar a su oponente. Fue el preludio de la diana obtenida por Jason, que permitió certificar el octavo triunfo del ejercicio y que mancilló el honor del Estadio Municipal de Anduva. Nadie había sido capaz de profanar los muros del coliseo del Mirandés. El líder dejó su estela en un escenario inhóspito y mostró con rotundidad sus credenciales y el excedente de argumentos que lo sostienen.

Es evidente que todos los partidos premian la victoria con la asunción de tres puntos, pero parece irrefutable que, en el eje de la cronología que marca el desarrollo de una temporada, surgen encuentros que cuentan con una ascendencia específica por la significación y el sentido que adquieren. El Levante se cruzaba con uno de estos partidos. Era quizás el instante más oportuno para manifestar sus virtudes y el porqué del liderato que ostenta. Nada mejor que exhibir sus excelencias, y la voracidad con la que se manifiesta, sobre el césped de un feudo que mantenía la condición de irreductible. Ese aspecto le confería un aura que había que difuminar. Desde ese prisma, hay que consignar la severa trascendencia del golpe de jerarquía que implica el notable triunfo conquistado en Anduva. El mensaje lanzado es incuestionable.

El Levante no se amilana ante los desafíos que la competición establece. Y eso que el partido nació con un susto de dimensiones colosales sobre la portería defendida por Raúl. Álvaro Bustos, sin mayor oposición que la imagen del guardameta azulgrana, disparó por encima de la meta granota cuando se mascaba un nuevo arranque trágico. El cronómetro apenas si había comenzado a desperezarse y el Mirandés encontró una grieta en la retaguardia visitante.

La acción pudo haber cambiado el diseño de una confrontación intensa, y con toques de electricidad, con dos equipos que no cejaron en su voluntad de proyectarse con virulencia en dirección hacia las porterías contrarias. No hubo tregua en el primer acto con cada bloque apostando por sus armas y por sus ideas para intentar neutralizar a su oponente. Marcó el ritmo el Mirandés en los minutos iniciales, pero templó sus emociones el Levante para tratar de reconducir la situación en un escenario, de corte británico, que destila fútbol por todos sus poros.

Quizás una de las virtudes capitales de este Levante sea su facilidad para adaptarse a los diferentes condicionantes que marcan cada reto. Cada encuentro exige una respuesta y el bloque que conduce Muñiz parece encontrarlas. En ese sentido, podría advertirse que presenta una capacidad para asimilar el dictamen de cada envite y convertirlo en función de las señales que va emitiendo. Hay jugadas que pueden propiciar variaciones por su sentido.

Campaña domesticó el balón en la zona intermedia del campo, desarmó a su rival con un sutil toque y conectó con Morales. El interior, al pisar el interior del área local, amordazó el balón para dejarlo inerte sobre la llegada desde atrás de Roger. El disparo del pistolero chocó en la pierna de un defensor. El Levante mutaba el duelo y las aproximaciones sobre el perímetro defensivo de Sergio Pérez se sucedían. Es una evidencia que las botas de Campaña atesoran una calidad infinita. El mediocentro adelantó unos metros su posicionamiento cada vez que el Levante salía al ataque.

En ese espacio, por la cercanía con la meta contraria, su exquisita visión de juego puede provocar situaciones abruptas para sus oponentes. Lerma e Insa se convirtieron en la guardia del centrocampista andaluz. Fijaron los tres vértices de un triángulo mágico que permitía al Levante rasgar la elevada presión del equipo rojillo y mirar fijamente los ojos de Sergio Pérez. La velocidad era un arma propicia para superar las distintas líneas establecidas por la pizarra de Carlos Terrazas. Y Jason y Morales se proyectaron por los costados para generar infinidad de dudas.

Roger confirmó la superioridad granota en un saque de esquina y repitió para engatillar a quemarropa un rechace sin dueño en las cercanías del gol. El partido se adentraba por su capítulo definitivo. El Levante escapó vivo tras un disparo de Sangalli que escupió el palo tras impactar en los guantes recios de Raúl. Advierten que la suerte también se trabaja. El segundo gol de Roger dejó muy tocado al Mirandés. Ya no hubo capacidad de resurrección. Y mucho menos tras la diana de Jason, que catapulta al Levante en la clasificación.

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