La comedia permite observar las relaciones humanas con una libertad que otros géneros no siempre se permiten. Natalie Pinot es una de las intérpretes que aprovecha ese espacio para construir personajes complejos sin necesidad de subrayados. En La verdad, la comedia de Florian Zeller que llega a La Rambleta del 26 al 28 de diciembre, interpreta a una mujer inteligente, moderna y con una mirada nada ingenua sobre el amor, la fidelidad y las mentiras cotidianas.
En conversación con Valencia Extra, Natalie habla del texto, de su personaje, del trabajo con Juan Carlos Fisher y Joaquín Reyes, y de por qué esta obra, entre risas, acaba funcionando como un espejo incómodo —y necesario— para cualquier espectador.
¿Qué fue lo que más te atrajo de La verdad cuando leíste el guion por primera vez?
Lo primero es que me resultó muy divertida de leer. Lo que más me atrajo fue lo inesperada que es la obra. Cada escena te sorprende, está muy bien escrita, es muy ingeniosa. No te esperas lo que va a pasar ni con la historia ni con los personajes, te va sorprendiendo todo el rato.
Y de mi personaje, la verdad es que me encantó. Sin desvelar nada, los giros que da también son muy sorprendentes, y eso como actriz es un regalo.
La obra juega mucho con la mentira y la verdad en las relaciones. ¿Cuál crees que es el mayor desafío a la hora de transmitir ese equilibrio al público?
Para mí, mi forma de encarar el trabajo es siempre tener la sensación de que mi personaje dice la verdad todo el rato. Porque yo creo que los grandes mentirosos se creen sus propias mentiras.
Además, hay algo muy divertido en mi personaje: no es una mujer tonta ni ingenua, es una mujer moderna. Ella dice algo muy claro en la obra: puede entender que su marido tenga deslices. “Lo que me sienta muy mal es enterarme”. Es un poco eso de ojos que no ven, corazón que no siente.
Incluso ella misma asume que podría tener los suyos. Mientras no tenga consecuencias y no se sepa, no pasa nada. Ahora, claro, cuando ya es algo más grande que un simple desliz, ahí la cosa cambia.
¿Cómo ha sido trabajar bajo la dirección de Juan Carlos Fisher y con un elenco como Joaquín Reyes, Raúl Jiménez y Alicia Rubio?
Ha sido fenomenal, un proceso muy placentero. Juan Carlos es un encanto, dirige de una forma muy sutil: te sientes cómoda todo el rato, y al final todo tiene un sentido muy claro.
En escena, todos giramos un poco alrededor de Joaquín. Yo solo interactúo con él, no con Raúl ni con Alicia. Y con Joaquín ha sido una maravilla, porque tiene un sentido del humor increíble, no solo actuando, también en la vida. Trabajar con él es muy divertido, me lo paso muy bien.
A Raúl lo conozco de hace tiempo, el proceso de ensayos ha sido estupendo, y Alicia ha sido un descubrimiento. Ha sido un equipo muy bonito.
¿Te has sentido identificada con algún aspecto de tu personaje en la vida real?
Me gusta mucho su sentido del humor, y eso también es algo que me encanta de la obra. No es una mujer sufrida ni victimista por tener un marido que la engaña. Es una mujer madura, con sentido del humor, que trabaja, que entiende la vida, que no es ninguna tonta. Y eso me parece muy interesante de contar en escena.
Y ya para terminar, si tuvieras que definir en una frase qué esperas que el público se lleve de La verdad, ¿cuál sería?
Creo que reflexionar sobre la propia pareja nunca viene mal. La obra sirve mucho para eso.
Al final te das cuenta de que todos mentimos. La vida está llena de pequeñas mentiras, porque es imposible vivir diciendo toda la verdad todo el tiempo. De hecho, el personaje de Joaquín lo dice muy bien: “Si todas las parejas se dijeran la verdad, no habría civilización”. Hay mentiras piadosas, mentiras necesarias… mentimos constantemente, y la obra te hace pensar en eso sin juzgarte.
