Un inicio casi sin quererlo les ha llevado a 30 años de trayectoria. Juan Carlos Garés, Chema Cardeña y David Campillos son los rostros que hacen posible Arden Producciones, una de las compañías contemporáneas más longevas y dinamizadoras de la escena en Valencia. Conversamos con Garés para repasar su trayectoria, desde ese teatro comprometido que impulsan en cada producción hasta qué supone Sala Russafa, y descubrimos cuál es el secreto para haber podido soplar las velas en un sector tan frágil como es el teatro.
¿Cómo nace la compañía?
En el 95 hubo una pequeña o gran confluencia astral, porque realmente fue un momento de explosión, de formaciones, de crear estructuras. Posiblemente porque era un momento de cambio, veníamos de un teatro independiente bastante frágil que era heredado del teatro universitario de los 70, y creo que ahí es cuando una parte de la profesión que ya empezaba a consolidar, vimos la necesidad de eso, de crear estructuras. La nuestra en concreto fue de una manera un poquito casual o inusual. Chema Cardeña y yo teníamos una formación teatral previa, y a raíz de un borrador de una obra de teatro que escribió Chema y pensó que la podíamos hacer los dos, surgió todo. Eso y por una casualidad, una anécdota muy divertida que era que teníamos cierta similitud, nos parecíamos, la gente nos confundía. A mí me llamaba Chema Cardeña, a Chema le llamaba Juan Carlos Garés (ríe). Esa primera obra de teatro, ‘La estancia’, es la que nos obligó, entre comillas, a crear una estructura empresarial para poderla poner en marcha, para hacer la producción, y formó parte de una trilogía de teatro clásico que nos ha llevado tres décadas de actividad ininterrumpida.
Me imagino que los inicios fueron duros…
Claro, cualquier inicio es complicado y nunca es sencillo, sobre todo si tienes la pretensión de tener una continuidad, de que no sea algo efímero, pero en aquel momento realmente estaba casi casi todo por hacer. En los años 90 estaba materializándose lo que sería el germen de un sector profesional que después de tres décadas ha evolucionado, ha cohesionado, y sobre todo, sobre todo, se ha diversificado muchísimo. Pero, claro, como cualquier inicio, es complicado, porque empiezas sin dinero público, con recursos propios, y sobre todo, teniendo que demostrar que realmente tu proyecto es serio y tiene visión de futuro. Treinta años después ya hay unas líneas que van a poder crear referentes para nuevas formaciones o nuevos proyectos escénicos que puedan ir poniéndose en pie.

¿A qué líneas te refieres? ¿A más apoyo institucional o a ejemplos de compañías?
En estas tres décadas hemos podido crear ciertas pautas de relación para poder dinamizar el dinero público. Hay estructuras que pueden canalizar esos nuevos inicios. La cultura siempre es algo muy frágil, muy vulnerable, y en función de la época hay más incentivos. Las apuestas de las administraciones van variando, no son homogéneas ni regulares. Ahora tenemos compañías veteranas que han ayudado a consolidar una estructura más continuada, con una oferta de trabajo interesante hacia el sector profesional. Ya hay esos referentes, tanto en compañías como tú apuntabas como en ayudas.
En la gala que celebrastéis por el 30 aniversario, reivindicabáis que ha faltado un poco de apoyo institucional. ¿Cómo está ahora mismo esa situación?
El sector de la cultura es frágil, y en particular las artes escénicas, es frágil, vulnerable, y tiene diferentes tratamientos según el momento cultural. Dependiendo del momento sociopolítico o económico, hay un tratamiento completamente diferente. En este momento no es ajeno a esa vulnerabilidad. Conseguir una relación estable entre una administración pública y un sector privado en nuestra comunidad es poco menos que misión imposible. Hay que estar trabajando con las administraciones de forma constante, es desgastante empezar de cero con cualquier cambio en las administraciones. Y ahora, no ha sido diferente. Ha habido un cambio sin una línea muy clara de inicio en cuanto a política cultural. Creo que es necesaria esa conversación, esa relación y comunicación constante con las administraciones. Porque los que dirigen las políticas estructurales, con cualquier pequeño o gran cambio en la administración, suponen un inicio. De ahí surge el asociacionismo.
En esos 30 años habéis creado 45 espectáculos. ¿Cómo ha evolucionado esta producción?
Ha evolucionado sobre todo a nivel de organización, porque evolucionas como equipo de trabajo. Precisamente este es uno de los pequeños secretos para la continuidad: el equipo. Ese equipo ha ido cambiando. Pero nosotros nos marcamos desde el principio con esa obra que hablábamos de ‘La estancia’ que iniciaba la trilogía de teatro clásico europeo, una línea en la que nos apetecía incidir, y hemos visto muchísimas variantes, también algunas excepciones, pero hay una línea base en Arden que es la recreación clásica con la que empezamos y que hemos mantenido hasta hoy. Realmente han sido tres décadas de investigar alrededor de la recreación histórica. Yo tenía ya una preparación de 10 o 12 años en el terreno de la producción y Cheva Cardeña escribía y cada vez ha escrito mejor, por lo cual se ha consolidado con uno de los autores referentes valencianos. Esa simbiosis, esa fórmula autor-producción, nos ha permitido ahondar en esa línea, nos apetecía mucho contar historias desde el pasado, enmarcándolas en diferentes momentos de nuestra historia o de la Historia, con mayúscula, pero para hablar de lo que nos está ocurriendo hoy, de nuestro presente más rabioso. Y esa línea de recreación histórica es la que sí que hemos mantenido. Lo hemos hecho con con muchas ramificaciones, porque nos ha gustado a lo largo de estos años colaborar con otras compañías, hacer coproducciones, procesos de investigación… pero la línea troncal de la compañía sigue siendo la recreación histórica, es en la que nos sentimos cómodos y pensamos que realmente sigue habiendo muchísimo que contar.

¿Se os ha quedado algún tema en el tintero?
Sin duda alguna. Hay muchos temas que están aún por explorar y que nos encantaría continuar o iniciar. Pero es verdad que desde aquella trilogía de teatro clásico europeo, con el que hicimos un pequeño homenaje al clasicismo francés, a la época isabelina o al siglo de oro español, hasta la última trilogía que desarrollamos, que ha sido la de la Memoria, centrada sobre todo en el fascismo en el siglo XX, ha llovido muchísimo y hemos tocado muchísimos palos. Pero siempre, como digo, sin perder de vista que nuestra pretensión es hablar de nuestra actualidad, de nuestra realidad. Sin reflexión, nosotros no entendemos el hecho escénico. A nosotros nos gusta, aparte de entretener o divertir y emocionar al público, invitar con nuestras obras a tener una pequeña reflexión. Creo que toda producción que ha hecho Arden es susceptible de crear un debate después de la función y una gran charla de lo que acaban de ver desde el punto de vista del espectador. Es algo que nosotros hemos provocado, que de alguna manera el público pueda hablar después de la función, cambiar pareceres, debatir. Creo que esa función de las artes escénicas, del teatro en concreto, es fundamental. El entretenimiento es necesario, nunca hay que olvidar que el espectador tiene que pasar un buen rato en el teatro, entonces es delicado. Es fácil perder espectadores y ganar adeptos es una labor de trabajo riguroso y constante, por eso nuestra línea siempre ha sido entretener desde la comedia o el drama, pero siempre suscitando el debate.
¿Crees que ha sido arriesgado apostar por este tipo de teatro?
Yo creo que el entretenimiento puro y duro es tan lícito como todo lo demás, lo que pasa es que nosotros hemos querido también acompañarlo de unos conceptos, de unas tramas, de un contar historias que puedan suscitar o provocar que se le mueva algo por dentro al espectador y tenga luego la necesidad de hablar de lo que ha visto. Ese es uno de nuestros objetivos. Puede convivir con el entretenimiento puro y duro.
En la compañía, sois tres socios, tú, Chema Cardeña y David Campillos, ¿qué aporta cada uno?
Hemos conseguido tener un equipo, un núcleo duro, pero hay mucha más gente. Cada uno nos hemos ido especializando, ese fue uno de los objetivos cuando iniciamos Arden. Desde casi el primer momento, Chema se dedicó a hacer las propuestas textuales de las obras, a crear los textos dramáticos. Yo a dedicarme a la parte de la producción, a buscar financiación y facilitar que se pudiera poner en pie. Y ambos en escena durante muchísimos años. Cuando entró David Campillos, se convirtió en una pieza fundamental para preparar el proyecto de la apertura de la Sala Russada. Fue un punto de inflexión en la compañía, porque efectivamente a partir de ahí ya nada es igual. Tienes que compartir la línea de la compañía con algo muy extenuante, que te pide muchísimo tiempo y esfuerzo, llevar una sala teatral. David ha sido pieza fundamental tanto para la creación de la sala como para su programación, y para ofrecerle coherencia a esa programación. Entre los tres hemos creado departamentos con los que cada uno ha podido desarrollar un pilar fundamental para mantener la estructura. Un equipo estable de trabajo es uno de los grandes secretos de una compañía teatral, y creo que no deberíamos variar nuestra estructura.

¿Cómo definirías vuestra casa, Sala Russafa?
Desde los inicios nos apetecía la idea de tener un teatro, creíamos que era un paso natural de crecimiento. Vimos la oportunidad y nos pusimos a ello. Fue el proyecto más difícil de poner en pie que hemos hecho en nuestra carrera, porque además fue un momento especialmente complicado. Empezamos a construir la Sala Russafa justo cuando prácticamente estallaba la burbuja inmobiliaria y la crisis financiera del 2009. Costó bastante poner en pie y abrir las puertas del teatro, porque una construcción que se planteaba en un año, y finalmente duró casi 3 años. Fue un momento realmente difícil. Pero es verdad que es un punto de inflexión, porque a partir de ese momento afecta no solo a la creación de nuevos equipos, sino también al modo de operar. Nuestra mecánica interna tuvo que cambiar completamente porque teníamos que compaginar la creación de nuevos espectáculos y sus giras nacionales o internacionales con una actividad frenética en estos 15 años. Compaginamos la programación de la sala con los diferentes ciclos, como el de compañías valencianas, nacionales, de música… Ahora es un centro de producción y de residencias creativas. Desde el primer momento sabíamos que queríamos ser un instrumento también para otros colectivos, para otras compañías, para creadores, y luego convertirlo en una academia de artes escénicas como es ahora… Son tres actividades que en sí mismas requieren muchísimo trabajo
¿Qué balance haces de estos 30 años?
Siempre, el balance es dulce. Porque solemos, primero como personas y después como teatreros, quedarnos con las cosas buenas, con los momentos que te han hecho crecer, con los impulsos que has encontrado en el camino. Entonces el balance obviamente es positivo porque hemos conocido infinidad de gente maravillosa con la que hemos podido tener el privilegio de trabajar. Hemos puesto en pie proyectos que realmente nos apasionaban y eso creo que es también por otro lado un privilegio. Y sueles hacer desvanecer o intentar olvidar los momentos más complicados, los que te han puesto en jaque y sufrir. Yo creo que gana por goleada la parte buena, pero es verdad que el camino está plagado de momentos complicadísimos en los que te replanteas la continuidad constantemente. Eso es parte de nuestro sector. Por eso digo que es un sector vulnerable y frágil, porque realmente necesita de una decisión firme para poder continuar. No es un camino fácil, en absoluto.
¿Qué retos tenéis por delante?
Yo creo que, aparte de continuar, que ya es un reto en sí mismo, creo que tenemos tantos proyectos, tantas ideas en la cabeza que nos gustaría materializar... que hay que elegir, obviamente. Y ser fiel, continuar siendo fieles a nuestra línea inicial. Es decir, creemos que debemos seguir hablando de nuestro presente, de nuestra actualidad más rabiosa, con ciertas metáforas históricas que nos van a ayudar a comprender mejor este presente que nos ha tocado vivir. Esos retos están ahí, están en un cajón, hay que irlos sacando y dándoles vida.
