El MuVIM despide el cine de Berlanga con Calabuch

El divendres 2 de juliol el MuVIM tanca el cicle «Berlanga. Cine i memòria» amb la projecció de Calabuch (1953), segurament la pel·lícula del director valencià que fa més palesa la seua tendresa connatural

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Berlanga. Cine y memoria
Berlanga. Cine y memoria
A pesar de que ni el guion ni la idea original eran suyas, Berlanga reconoció que, «todo ese mundo pirotécnico, valenciano, ese clima caliente [de Calabuch] me pertenece», como le dijo años más tarde al periodista y escritor Manuel Hidalgo. «La historia estaba narrada en clave de fábula», aseguraba el director valenciano, quien reconocía también que en la película —no en balde rodada en Peñíscola— «está mí barroquismo valenciano, está mí mediterraneidad».Enmarcada en plena Guerra Fría, Calabuch habla de la gris España de la época, pero consigue ampliar la mirada para referirse con irónica desesperanza a las tensiones que trastornaban en aquellos momentos la actualidad mundial. A la bomba atómica, Berlanga respondió armado de ternura para construir una parábola onírica, atemporal, que contrapone la simplicidad de la vida rural de un país atrasado como España a la alambicada complejidad de la vida moderna, el nuevo mundo salido de la Segunda Guerra Mundial y liderado por los Estados Unidos de América.Precisamente de aquel país lejano, casi mítico, proviene el profesor Hamilton, que combina una gran sabiduría con una enorme ingenuidad. Desilusionado al darse cuenta de los usos bélicos que se quiere dar a la energía atómica, el profesor huye y recala en un pequeño y coqueto pueblo mediterráneo que todavía vive de espaldas al progreso técnico, pero también al social y político. Y será en esa Peñíscola virgen y paradisíaca, todavía no asediada por el turismo de masas, donde el profesor Hamilton descubrirá que el secreto de una vida feliz es vivir de una forma sencilla. Calabuch es, en ese sentido, la versión berlanguiana de la patraña adamita, cuando vivíamos —en armonía casi anarquista— una vida bienaventurada porque todavía no habíamos comido del árbol del conocimiento. Un anarquismo, eso sí, «decimonónico y fraternaloide», según aseguraba el propio Berlanga, que siempre reconoció que el guion le parecía un poco «rousseauniano».Con esta «magnífica lección de optimismo» de un pueblo que era feliz «porque nadie se propuso serlo» —como decía una promoción publicitaria de la época—, el museo propiedad de la Diputació de València cierra su ciclo «Berlanga. Cine y memoria», dentro del cual se han proyectado las películas más emblemáticas que Luis García-Berlanga rodó bajo la dictadura franquista.Para la diputada del MuVIM, Glòria Tello, la proyección de Calabuch le parece «una inmejorable rúbrica del ciclo que el museo ha dedicado a Berlanga y que ha servido para conocer la forma y manera tan brillante con la cual Berlanga no solo supo sortear la censura franquista, sino que pudo crear obras de arte imperecederas». En palabras de Rafael Company, director del MuVIM, «el ciclo nos ha permitido reconstruir la memoria histórica, pero también sentimental, de aquella España que sobrevivía como buenamente podía bajo la férula franquista. El cine de Berlanga es, sin duda, uno de los que mejor y más crudamente retrató aquella época gris y terrible de nuestra historia, desde la hipocresía institucionalizada de Plácido a la instrumentalización adoctrinadora de la religión de Los Jueves, milagro, pasando por la crítica del casticismo mental de Bienvenido, Mister Marshall». La proyección de Calabuch cierra el ciclo de cine, pero la exposición «Viva Berlanga! Una historia de cine» continuará abierta al público hasta el próximo 19 de septiembre. «El MuVIM, con la exposición y el ciclo de cine, comenzó la efeméride del Año Berlanga», asegura Company. «Ahora, ha llegado la hora que el museo le ceda el turno a la Filmoteca Valenciana, la casa del cine».

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