“Detroit” de Kathryn Bigelow: Brutalidad policial

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Parece que los setenta están de moda en el cine y el film "Detroit" de Kathryn Bigelow llega para ilustrar unos trágicos hechos históricos ocurridos durante los disturbios que sufrió la ciudad de Detroit en 1967. Más allá de la cuidadosa ambientación, la meticulosa recreación de la época, y la perfecta dramatización de los hechos y los personajes, Bigelow va un peldaño más allá.

La cineasta norteamericana se sirve de la anécdota histórica de la conflictividad social de raíz racial que trajo a la instauración de un toque de queda con los militares en la calle, para crear, en buena parte del metraje, una situación tensada, gracias a un decorado único, fabricando un universo de retención.

Bigelow ha destacado recientemente como creadora de momentos angustiosos, de situaciones herméticas o claustrofóbicas, dilatadas en el tiempo, que incorporan una gran presión sobre los personajes, como la oscarizada "En tierra hostil", con el desactivador de bombas en  la guerra de Irak. En "Detroit", ahora son unos personajes atrapados en el hotel Algiers, confinados en una sala por la policía, en una atmósfera de enclaustramiento que desemboca finalmente en un brillante ejercicio cinematográfico de tensión dramática.

Los protagonistas, que participaban en una celebración, son interpelados sobre la presencia de un francotirador –inexistente– en el edificio, y son sometidos a la arbitrariedad y los excesos de unos policías blancos. Los chicos de color son vejados y finalmente arrastrados a un perverso y maquiavélico juego de la muerte porque delatan el escondrijo de la arma, forzando el comportamiento y los valores humanos al límite. Una experiencia traumática, de tortura psíquica, con los chicos y chicas aterrados por muertes simuladas y, otras, reales.

Los personajes son testigos de un abuso de poder, fruto de una xenofobia arraigada en las fuerzas de la orden. La terrible situación deja evidentes secuelas y cuando los supervivientes retoman una cierta normalidad, otros parecerán marcados indefectiblemente de por vida. Tan lejos y tan cerca. Y es que nos encontramos ante unos hechos del pasado que parecen reverberarse en los diversos crímenes policiales cometidos sobre población negra a las ciudades norteamericanas que, a estas alturas, llenan los informativos.

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