Arte, deforestación y pandemia en el MuVIM

El MuVIM exposa a la Sala Alta «Emergència climàtica», una selecció de fotografies de Rodrigo Petrella sobre les comunitats indígenes de la conca amazònica

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muvim emergencia climàtica
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«Antropoceno» es un neologismo creado en el año 2000 por el químico atmosférico holandés —y premio Nobel de Química en 1995— Paul J. Crutzen con el fin de caracterizar la era actual desde el punto de vista histórico-natural. Crutzen consideraba que la acción del ser humano sobre el ecosistema terrestre durante los últimos siglos había sido de tal magnitud que había dado paso a una nueva era geológica, la antropocena, que reemplazaría al Holoceno en el actual periodo Cuaternario. El término hizo fortuna, a pesar de que nació el año en que el mundo estaba mucho más preocupado por los efectos de un supuesto «efecto 2000» —que paralizaría los sistemas informáticos a través de los cuales se articula el mundo moderno— que no por las consecuencias que la acción antrópica estaba teniendo sobre el medio ambiente. Es decir, más preocupados por las máquinas que los humanos habíamos creado que por la naturaleza que estábamos destruyendo.

Años después, vino la crisis económica y financiera —la Gran Recesión— y el orden de prioridades cambió: todos los esfuerzos pasaron a centrarse en recuperar lo que entonces se decía la «senda del crecimiento». Esto volvió a situar el problema en la pequeña escala —los Estados-nación o, como mucho, los clubes y entidades supranacionales de tamaño medio como la Unión Europea—, perdiéndose así la perspectiva global y holística necesaria para hacer frente a un problema mundial como el cambio climático. Y cuando parecía que reavivaba la preocupación por el desastre climático —con un movimiento internacional de protesta liderado por las generaciones más jóvenes, que despertaban así su conciencia política— el año pasado llegó la pandemia de los SARS-CoV-2, el virus causante de la Covid. Y volvieron la visión a corto plazo y las estrategias sectoriales, como corrobora el llamado «nacionalismo de vacunas».

«Y aun así todo está relacionado —señala Amador Griñó, jefe de exposiciones del MuVIM y comisario de la muestra— porque cada vez hay más evidencia científica que abona la hipótesis de que la deforestación tiene mucho que ver con el auge de las zoonosis, al facilitar el contacto de los humanos con patógenos de animales silvestres que hasta ahora vivían aislados en la selva, sin contacto con nosotros. Pasó ya con el brote anterior de un coronavirus, entre el 2002 y el 2004, que afectó solo a una parte del planeta. El primer SARS».

Un mapa fotográfico de la destrucción

El fotógrafo Rodrigo Petrella ha dedicado su producción artística de los últimos 22 años al estudio y defensa de las comunidades indígenas de la cuenca amazónica. Lo que empezó teniendo un interés exótico para un fotógrafo urbanita se acabó transformando no sólo en el descubrimiento de una alteración radical, sino en la constatación del nexo indisoluble entre cultura, territorio y medio ambiente.

En 22 años, las cosas cambian mucho. Petrella afirma conocer personas de estas comunidades indígenas que aseguran haber tenido su primer contacto con la civilización occidental de jóvenes y ahora, en cambio, sus nietos tienen un perfil abierto en Facebook. Es una muestra paradigmática de la desaparición a marchas forzadas de culturas enteras, entendimientos como forma de vivir y entender vida. Pero no sólo esa extinción es cultural: las fotografías de Petrella ilustran la progresiva destrucción ambiental que afecta a Brasil, pero tiene consecuencias en todo el planeta. «Aquello más preocupante», continúa diciendo Griñó, «es que, ante una crisis global como esta, la escala de la respuesta continúa siendo local. El nuevo presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, amenaza a Brasil con sanciones si continúa la actividad deforestadora y Bolsonaro aprovecha para reforzar su populismo nacionalista afirmando que la soberanía de Brasil no es negociable. Y, mientras continúa este juego de tira y afloja, perdemos todos».

La exposición, de hecho, incluye cinco fotografías satelitales —tomadas respectivamente en 1975, 1986, 1992 y 2001— a través de las cuales se percibe sin dificultades la destrucción de la selva acontecida en este lapso de 36 años. Solo entre agosto de 2018 y julio de 2019, según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales del Brasil (INPE), la deforestación de la cuenca amazónica ha abrazado 9.762 km². Las 21 fotografías que Petrella ha seleccionado para formar parte de esta muestra son una contribución personal en la lucha contra esta agresión continuada. El hecho de que a los pies de foto se consigne la localización exacta donde fue tomada la fotografía, además de las carreteras y caminos que recorrió el fotógrafo para llegar, hace que la exposición se convierta en una instalación visual que funciona como mapa fotográfico de la destrucción de la selva amazónica.

Fotografia y naturaleza, arte o testimonio gráfico

El estatuto de la fotografía en un mundo posfotográfico como el nuestro —es expresión de Joan Fontcuberta— ha sido motivo de reflexión teórica desde hace unos cuantos años. ¿Podemos continuar considerando la fotografía como un arte en un mundo como el actual, que vive bajo una avalancha permanente de imágenes? ¿O conservan solo un valor estrictamente documental? Para Amador Griñó la controversia es un tanto espuria, «porque ambas funciones pueden coexistir perfectamente. Belleza y utilidad, el compromiso más acerado y el esteticismo más rabioso, pueden convivir y, de hecho, conviven. El arte actual está colmatado de un nuevo figurativismo que, a través del muralismo y del cartelismo —disciplinas en auge últimamente—, hacen arte y denuncia social a la vez. Esta exposición de Petrella es un ejemplo perfecto de que la preocupación estética puede convivir con la social sin molestarse mutuamente».

La madre de todas las crisis

«El de la Ilustración fue un movimiento reformista que propugnaba la intervención en la realidad para mejorar la vida de hombres y mujeres», afirma por su parte Rafael Company, director del MuVIM. «Y por eso una exposición de estas características tenía que estar en el MuVIM, porque estamos ante una tesitura parecida: toca volver a intervenir en la realidad. No sólo para preservar el planeta y mejorar nuestras vidas, sino sencillamente porque nos lo jugamos todos. Porque no desaparecerá esta o aquella cultura, como ya está aconteciendo, sino la especie humana al completo».

Por su parte, a la diputada del MuVIM, Glòria Tello, le parece totalmente imprescindible no perder la perspectiva. "Es evidente que los valencianos y las valencianas nos enfrentamos a una crisis sanitaria sin precedentes que nos obliga a concentrar, hoy por hoy, todos nuestros esfuerzos en solventarla lo mejor y más rápidamente posible. Pero no tenemos que perder de vista que detrás de esta crisis se esconde otra de las dimensiones más extraordinarias que nos afectan como especie. La crisis climática es, sin duda, la madre de todas las crisis. Vivimos bajo la amenaza de la autodestrucción. Y para concienciarnos, y prepararnos como es debido, son necesarias exposiciones como esta de Rodrigo Petrella".

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