El taller de farolillos recupera una antigua tradición de raíces valencianas

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La fiesta de los farolets o farolillos se remonta a la antigüedad, cuando los agricultores valencianos procedían a la recolección de grandes frutas y apartaban las que, por su aspecto o su tamaño, no consideraban aptas para el consumo. Por aquel entonces no existía el alumbrado eléctrico, así que las familias vaciaban las sandías, melones y otras piezas de fruta y colocaban una vela en su interior.

Así, los niños recorrían las calles alumbrándolas con estos farolillos caseros. En algunas ocasiones, acompañando al sereno en su labor nocturna y, en otras, simplemente corrían y jugaban en grupo celebrando la alegría que traía consigo la época de cosecha. De hecho, no es casualidad que muchas de las fiestas tradicionales de los pueblos coincidan con épocas de cosecha: tiempos de abastecimiento, riqueza y alegría.

Ahora, el Ayuntamiento ha querido retomar esta antigua costumbre valenciana que ya prácticamente reside solo en la memoria de los más mayores. Lo ha hecho mediante un taller de farolillos realizado el 8 de agosto en la playa de Puçol, orientado al público joven y amenizado con la música tradicional de los dolçainers locales.

«Se trata de recuperar una antigua tradición valenciana que estaba casi perdida», explica Daniel Sebastià, técnico de Turismo: «algo que la gente irá recordando poco a poco… Fue muy positivo desde el punto de vista de la cultura tradicional».

Pero el objetivo no era solo dar continuidad cultural a esta tradición, sino también apoyar a los artistas locales que, debido a la pandemia, afrontan una época muy complicada para su sector. «Hemos ido realizando distintos eventos con artistas locales, en este caso es algo modesto pero nos permite dar apoyo a los músicos de Puçol».

La empresa contratada aportó toda la fruta necesaria, un buril a cada asistente y el resto del material necesario para realizar la manualidad. «Eran melones de destrío, para que no suponga un derroche de alimentos», destaca Sebastià, que aconseja comerse la pulpa de la fruta y después «utilizar la cáscara para fabricar el farolillo».

Así, los niños asistentes vaciaban los melones y sandías y, con el buril, decoraban con estrellas, lunas y otros motivos el exterior de la fruta. Todo ello, cumpliendo las normas y recomendaciones de seguridad que exige la pandemia: desinfección de las mesas y el material tras cada uso, distancia interpersonal, mascarilla obligatoria… «Si alguien no tenía, se la dábamos nosotros», añade el técnico de Turismo.

En definitiva, un acto familiar orientado fundamentalmente público infantil que se suma al resto de eventos del programa Estiu Voramar para disfrutar de esta playa de bandera, durante un verano diferente, especial y seguro para todos.

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