Pasear por Valencia es no poder dejar de mirar al cielo. El arte está en todos los rincones de la ciudad. El cap i casal es todo un espectáculo en constante evolución pero si algo queda casi inalterable en el tiempo es uno de los edificios más impresionantes de la ciudad, la Catedral de Valencia, cuyo nombre completo es Iglesia Catedral-Basílica Metropolitana de la Asunción de Nuestra Señora de Valencia, fue consagrada en 1238 por el primer Obispo de Valencia posterior a la reconquista, Fray Andrés de Albalat. A partir de ese momento, empieza un recorrido a lo largo de los siglos que llevará a La Seu a transformarse y convertirse en lo que hoy en día es. Románico, gótico valenciano, Renacimiento, Barroco e, incluso, neoclásico. Todo ello y mucho más es la Catedral.
Poco a poco se pueden ir descubriendo detalles de cada una de las puertas, de cada uno de los rincones exteriores de la Catedral pero el interior no se queda corto a la hora de mostrar sus encantos y obras de arte a todo aquel que pasea por sus pasillos. Entre las que destacan es la Capilla del Santo Cáliz, con planta cuadrada y paredes lisas de piedra labrada donde se puede disfrutar de su elevada bóveda de crucería nervada en forma de estrella cuyos nervios se prolongan hasta descasar sobre ménsulas policromadas. Capillas consagradas a los santos como las de San Miguel Arcángel, la Santísima Trinidad, San José, la Virgen del Pilar, entre otras son las que se pueden contemplar al igual que el impresionante Cimborrio, situado sobre el altar mayor. El Cimborrio es una cúpula sobre trompas que dan paso de la planta cuadrada a la octogonal. Las ventanas del mismo están cerradas con alabastro traslúcido y es una de las obras más importantes de la catedral por su atrevida estructura elevada hasta los 40 metros de altura. El Retablo Mayor, la Capilla Mayor y el Coro Canonical y la Capilla de la Resurrección así como el Púlpito de San Vicente, marcan un recorrido imprescindible.