Una sana y poco conocida costumbre de los habitantes de Valencia es la de dejarse perder por las calles de Ciutat Vella, maravillarse con edificios con esa pinta de haber pasado momentos mejores pero sin perder esa gracia que los hace tan especiales que hace que te pares a observarlos extrañamente maravillado. El culmen de ese paseo suele acabar con el encuentro de un bar oculto entre las intrincadas calles como si fuera una especie de oasis para la gente que ha decidido perderse y que se acerca al bar con la cara de absoluta normalidad, para disimular su asombro, como si hubiese ido toda la vida y supiese exactamente a donde se dirigía, por si alguien asomado pudiese pensar que es un guiri perdido.
Uno de esos oasis perdidos pero que al verlo rápidamente te sitúas y vuelves a encontrarte, ha sido siempre la plaça redona, también llamada el clot, con cuatro entradas a los puntos cardenales y escondida entre los edificios, no es fácil de encontrar para un foráneo pero perfectamente reconocible para el corazón de cualquiera que la haya visitado un domingo en la infancia de alguna mañana de la mano de un familiar para envolverse con el bullicio y encanto de antaño de gente vendiendo hilos, randes, periquitos, botijos, etc…
Pero el clot de la plaza ,y nunca mejor dicho, para algunos fué la remodelación que se hizo en 2012 que acabó de alguna forma con esa pinta de viejo que le daba un encanto especial de madera, azulejos y mujeres hablando a la fresca o haciendo boixets .
Y en parte esa es la cuestión de la nueva plaza, ese clot en el corazón de muchos que no ven una rehabilitación, si no una transformación, asemejándose más a un moderno centro comercial de las afueras, repleto de tiendas de souvenirs para turistas que a un oasis donde perdernos los guiris voluntarios.
https://youtu.be/3VYjVe1zIVo