El verano ha vuelto a dejar cicatrices en la Comunitat Valenciana. El fuego de Teresa de Cofrentes arrasó 504 hectáreas y obligó a desalojar a decenas de vecinos. En la Sierra de Espadán, el incendio de Artana movilizó hasta trece medios aéreos. Y en Utiel, brigadas y voluntarios trabajaron durante horas para contener unas llamas que parecían imparables. Alicante tampoco escapó: Villena perdió 56 hectáreas y la Font Roja, en Ibi, otras 185 en uno de los espacios naturales más valiosos de la provincia.
En total, 291 hectáreas calcinadas hasta agosto. Son menos que otros veranos, pero la sensación de fragilidad es la misma. Lo resume Antonio Tortosa, vicepresidente de la Asociación Española de Sociedades de Protección contra Incendios (Tecnifuego), en declaraciones a este medio: “Los incendios no se apagan en verano, se apagan en invierno”. Y no lo dice por repetir un eslogan: este año, con focos en más de diez comunidades autónomas, el fuego ha dejado víctimas mortales, heridos y miles de evacuados.
La conclusión es clara: la estrategia no puede basarse solo en esperar a los helicópteros cuando ya arde el monte. La clave está en anticiparse, limpiar y organizar. Por eso Tecnifuego ha elaborado un decálogo que baja al detalle y que recuerda algo tan obvio como necesario: la prevención empieza en casa y en el entorno más cercano.
Estos son los 10 puntos para proteger tu vivienda del fuego
No se trata de grandes obras ni de inversiones millonarias. Son gestos asumibles que, sumados, pueden marcar la diferencia. Este es el decálogo que propone Tecnifuego:
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Franjas limpias. Mantener al menos tres metros alrededor de la vivienda libres de vegetación y materiales combustibles.
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Jardinería con cabeza. Nada de setos inflamables junto a casas: cipreses o coníferas, mejor lejos.
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Tejados a punto. Revisar y limpiar tejados y canalones, donde las hojas secas son un peligro invisible.
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Protección activa y pasiva. Rociadores, detectores, materiales ignífugos y sellados que refuercen puertas y ventanas.
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Cortafuegos comunitarios. Urbanizaciones con un perímetro despejado de al menos 25 metros, no solo parcelas aisladas.
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Agua y accesos. Hidrantes que funcionen y caminos despejados para que los bomberos lleguen rápido.
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Evacuación posible. Cada núcleo habitado debe tener al menos dos rutas de salida.
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Cero imprudencias. Quemar rastrojos o encender barbacoas en días críticos es jugar con fuego, literalmente.
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Plan compartido. Los planes de autoprotección deben ser conocidos por todos los vecinos, no guardados en un cajón.
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Registro y revisión. Presentar ese plan en el ayuntamiento y revisarlo con frecuencia.
Son medidas sencillas, pero pueden frenar la propagación de un incendio y salvar vidas. El problema es que, demasiadas veces, se dejan para después… y después ya es tarde.
Si el fuego te sorprende: guía práctica y rápida
La prevención ayuda, pero el riesgo cero no existe. Y cuando el incendio llega, la diferencia entre el pánico y la reacción está en tener claras unas pautas básicas.
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Aléjate en dirección contraria al viento para escapar de humo y llamas.
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Busca zonas abiertas y sin vegetación, como carreteras, cultivos o rocas.
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No bloquees accesos. Son las vías de los equipos de emergencia y también las tuyas.
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Cubre nariz y boca con un paño húmedo para reducir la inhalación de humo.
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No atravieses fuego ni humo denso. La visibilidad se pierde y los gases son letales.
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Si no puedes salir, refúgiate en un edificio o vehículo, cierra todo y aleja materiales combustibles.
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Evita correr sin rumbo. Guarda energía para reaccionar si cambia el viento.
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Una vez a salvo, llama al 112 y comunica tu ubicación.
No es una receta milagrosa, pero gana minutos y ordena las decisiones. Y en un incendio, cada minuto cuenta.
Prevención inteligente: del paisaje a la vivienda
El fondo del asunto es otro: la prevención no puede limitarse al perímetro de una casa. Hace falta un modelo que combine la limpieza del monte, la planificación del paisaje y la educación ciudadana. Porque si el bosque está abandonado y el suelo cubierto de biomasa seca, cualquier chispa se convierte en un monstruo difícil de parar.
En la Comunitat Valenciana lo hemos comprobado este verano. Los incendios han golpeado tanto a espacios naturales como a zonas urbanizadas, y con olas de calor más largas, vientos secos y tormentas eléctricas que apenas descargan agua, el margen se estrecha. Aquí entran en juego las administraciones: hidrantes que funcionen, accesos desbrozados, cortafuegos mantenidos y sistemas de detección temprana que permitan actuar antes de que el humo sea visible.
Tortosa lo resume en una frase: “los incendios de mañana se empiezan a apagar hoy”. Y ese hoy pasa por presupuestos estables, protocolos claros y una cultura real de autoprotección en pueblos y urbanizaciones. No se trata de elegir entre tecnología o cuidado del monte. Se trata de sumar todo lo que esté a nuestro alcance para llegar antes que las llamas.
El reto está en cambiar la mentalidad. Menos heroica de última línea y más prevención sostenida durante todo el año. Solo así habrá menos evacuaciones, menos hectáreas calcinadas y más paisajes que conservar. Y lo más importante: más vidas a salvo.