Sociedad

Las comarcas de Valencia en riesgo de despoblación: radiografía de un reto demográfico

Pueblos envejecidos y en retroceso poblacional: un problema estructural que amenaza al futuro de los municipios del interior

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Segart, municipio de interior en riesgo de despoblación

La provincia de Valencia afronta desde hace décadas un fenómeno que avanza y condiciona el futuro: la despoblación de sus comarcas del interior. Municipios pequeños, envejecidos y con servicios limitados se enfrentan a un riesgo real de desaparición. Así lo demuestran los datos extraídos del estudio 'La despoblación en la Comunitat Valenciana. Caracterización. Valencia y Alicante', elaborado por la Universitat de València (UV) y la Generalitat Valenciana.

Las causas de esta despoblación son estructurales. Por un lado, las limitaciones económicas de territorios basados en sectores tradicionales poco competitivos y con escaso relevo generacional. Por otro, la precariedad de servicios en sanidad, educación, transporte o conectividad digital, que empuja a las nuevas generaciones a trasladarse a las ciudades. Así, el problema no se reduce solo a la pérdida de habitantes, sino también a su perfil, ya que se trata de poblaciones muy envejecidas.

A ello se suma una crisis social marcada por el mercado laboral precario, la falta de emprendimiento, la escasa innovación empresarial y la ausencia de liderazgos locales. Además, la dependencia de los entornos urbanos acentúa las diferencias, mientras las ciudades son percibidas como dinámicas y generadoras de oportunidades, los territorios rurales quedan relegados a proveedores de recursos naturales.

Frente a este escenario, la Generalitat ha diseñado la Estrategia Avant 2030, un plan que persigue fijar población en el territorio a través de dos ejes fundamentales: reforzar el sentimiento de pertenencia, sobre todo entre los jóvenes, y fomentar un mayor conocimiento de los recursos y posibilidades que ofrecen estas comarcas.

El Rincón de Ademuz, la comarca más despoblada 

Si hay un territorio que simboliza este fenómeno, ese es el Rincón de Ademuz, aislado geográficamente y con una población en continuo descenso desde principios del siglo XX. Sus siete municipios apenas suman poco más de 2.000 habitantes, con Ademuz (1.004) como principal núcleo. Puebla de San Miguel, con 51 vecinos, es uno de los ejemplos más extremos.

Casi el 40% de los residentes son mayores de 65 años, lo que refleja un claro desequilibrio generacional. La falta de servicios públicos es otro factor crítico, ya que solo existe un centro de atención primaria en Ademuz y seis centros escolares, con la secundaria concentrada en la capital. El transporte público apenas se sostiene con tres líneas de autobús.

Como alternativa, el territorio apuesta por el turismo de naturaleza y cultural, con paisajes únicos y patrimonio histórico que empiezan a atraer visitantes. Sin embargo, la viabilidad a largo plazo depende de políticas estables de apoyo.

Castielfabib, en el Rincón de Ademuz

Una situación similar se observa en Los Serranos, donde la densidad de población apenas alcanza los 12 habitantes por kilómetro cuadrado. Más de la mitad de los vecinos se concentra en cuatro municipios: Villar del Arzobispo (3.775), Pedralba (3.124), Chelva (1.677) y Tuéjar (1.233), mientras que el resto no superan los 1.000 habitantes.

El envejecimiento es especialmente acusado, con una cuarta parte de la población por encima de los 75 años. El turismo, todavía incipiente, se orienta hacia el patrimonio cultural, los paisajes naturales, la gastronomía y proyectos innovadores como la Reserva de la Biosfera del Alto Turia.

La Canal de Navarrés también muestra cifras preocupantes, con una densidad de apenas 22 habitantes por kilómetro cuadrado. Sin embargo, ha logrado consolidar un modelo turístico singular, basado en los paisajes vinculados al agua y en una oferta cultural y natural diversa. Municipios como Navarrés y Anna mantienen un cierto peso poblacional, mientras otros como Millares o Quesa se encuentran en una situación mucho más vulnerable.

Crecimiento desigual

La Plana de Utiel-Requena constituye un caso distinto. No presenta cifras de despoblación tan extremas en términos absolutos, pero sí un fuerte desequilibrio interno. El 85% de los habitantes de la comarca residen en Requena y Utiel, mientras que el resto de municipios llevan décadas perdiendo población.

El envejecimiento también es significativo, con más del 32% de mayores de 70 años. Como contrapeso, la comarca ha logrado articular una marca turística potente, conocida como Tierra Bobal, vinculada al enoturismo, la gastronomía, las rutas y el patrimonio cultural, lo que ha permitido crear una referencia en el turismo de interior valenciano.

El Valle de Cofrentes-Ayora comparte los mismos problemas. En los últimos veinte años su población se ha reducido en un 10%, y más del 40% de los vecinos superan los 65 años. Ayora es el núcleo principal, con algo más de 5.200 habitantes, mientras otros municipios como Zarra o Teresa de Cofrentes apenas superan el medio millar.

En este caso, el turismo se ha convertido en una baza clave con el Balneario de Cofrentes, la ruta navegable por el río Júcar, la red de senderos y el patrimonio cultural han impulsado la llegada de visitantes y un cierto dinamismo económico.

Otras zonas en riego

Más allá de estas comarcas, la despoblación también afecta a municipios concretos de otras zonas de la provincia. En el Camp de Morvedre, Segart apenas cuenta con 167 vecinos. En el Camp de Túria, Gátova roza los 430 habitantes, con un tercio de su población mayor de 65 años. En la Hoya de Buñol-Chiva, Dos Aguas se queda en 338, mientras que Yátova supera los 2.200, aunque buena parte corresponde a segundas residencias.

En la Ribera Alta, Sellent destaca con una edad media de 50 años, la más elevada de la comarca. En La Safor, Almiserà, Castellonet de la Conquesta y Llocnou de Sant Jeroni se encuentran entre los más vulnerables. En La Costera, Estubeny, Torrella o Vallés no alcanzan los 200 vecinos. Y en La Vall d’Albaida la situación es aún más preocupante: once municipios presentan riesgo de despoblación, con Sempere como ejemplo extremo, pues es el municipio menos poblado de toda la Comunitat Valenciana, con tan solo 29 habitantes.

La despoblación es, en definitiva, uno de los grandes desafíos de la provincia de Valencia. Si no se aplican medidas eficaces y sostenidas, comarcas enteras corren el riesgo de perder buena parte de su tejido social y económico.