Tras doce años de lucha y evolución, el Truenorayo Fest se ha consolidado como un espacio imprescindible en Valencia. Ada Diez, codirectora del festival, repasa en esta entrevista para València Extra el camino recorrido, la importancia del público fiel y los retos de mantener vivo un festival que apuesta por la igualdad, la cultura digna y el descubrimiento musical.
Este año celebráis la duodécima edición del Truenorayo Fest. Después de once años de resistencia y evolución, ¿cómo definirías la identidad actual del festival?
La identidad sigue siendo la misma: existencia y evolución. El mundo de la cultura es reflejo de esa lucha continua. Los proyectos salen adelante sin grandes marcas detrás, desde la independencia y con vocación de aportar algo distinto a la sociedad. Truenorayo tiene una mirada feminista y apuesta por una cultura digna. La música es un arte escénico, no solo ocio, y detrás hay mucho trabajo y creatividad que merece cuidado, lo mismo que ocurre con la ilustración.
Hablas de la mirada feminista del festival. ¿Crees que el público ya lo identifica así? ¿Queda camino por recorrer en el sector cultural?
Sí, desde el principio se identifica así. Es una de nuestras señas de identidad. Pero aún queda mucho por hacer. La pandemia y las crisis recientes supusieron un retroceso: lo fácil fue prescindir de los avances logrados en igualdad. La visibilidad sigue concentrada en unos pocos, mientras que muchas mujeres volvieron a la sombra y los llamados “eternos emergentes” siguen sin espacio.
Habéis pasado de ser un proyecto de recopilatorios a convertiros en un festival de referencia en Valencia. ¿Qué aprendizajes os deja este recorrido como codirectoras?
El principal aprendizaje es que hay que pelear siempre. Sacar adelante un festival independiente es muy complicado, sobre todo cuando no encajas en los circuitos habituales. Pero el público nos ha apoyado desde el primer día, lo siente como suyo. Eso no siempre se refleja en el apoyo institucional o de marcas, aunque algunas sí han confiado en nosotras desde el inicio. La lucha constante es el día a día.
Algunos festivales han desaparecido por falta de apoyos. ¿Cómo es vuestra relación con las instituciones y las marcas?
El apoyo con las marcas crece cada año, sobre todo con las que nos han acompañado desde el principio. En cambio, con las instituciones es distinto: este año, por ejemplo, contamos con una subvención menos, y no entendemos muy bien por qué. Nosotras creemos que los proyectos culturales independientes deberían estar mucho más cuidados en Valencia, sobre todo cuando logran atraer público no solo local, sino también nacional e internacional. Sin embargo, vemos cómo otros festivales que se financian íntegramente con dinero público muchas veces no tienen un retorno social. Da la sensación de que siempre se llega tarde, y esa falta de facilidades perjudica el enriquecimiento cultural de la ciudad.
El público de Truenorayo parece muy fiel. ¿Qué papel juega en la sostenibilidad del festival?
Es fundamental. Desde el primer minuto nos acompaña, confía en nuestra programación incluso antes de anunciar el cartel completo. Forman parte de la experiencia desde la primera hora de la tarde hasta el cierre. Repiten, recomiendan y cada año agotamos entradas. Son quienes nos sostienen.
Además de la música, la ilustración es otro pilar del festival. Este año el cartel lo firma Sara Herranz. ¿Qué aporta su mirada?
Conocía bien su trabajo. Para mí es importante apostar por la ilustración en cartelería, que siempre tuvo un vínculo con la música. En Truenorayo siempre han sido ilustradoras y queremos mantenerlo. Sara aporta frescura, personalidad y fuerza con un estilo aparentemente sencillo. Ha conectado muy bien con el público.
¿Podemos esperar novedades en esta edición?
Habrá alguna sorpresa con la obra de Sara Herranz, que desvelaremos la semana que viene. Lamentablemente, al contar con menos recursos quizá tengamos que recortar en charlas y actividades culturales, porque las subvenciones llegan tarde y obliga a hacer malabares. Pero Truenorayo nunca se rinde: si hemos sobrevivido doce ediciones, incluida la pandemia, seguiremos luchando.
El cartel de este año incluye a artistas como Cariño, Papatopo o Rocío Saiz. ¿Cómo trabajáis el equilibrio entre artistas consolidados y emergentes?
Es clave. Apostamos tanto por bandas reconocidas como por aquellas que están creciendo. Les damos espacio real en el cartel, con la misma relevancia. Creemos en la importancia de que se conozcan entre ellas y surjan colaboraciones. Muchos grupos que pasaron por Truenorayo han crecido después, porque lo difícil no es empezar, sino mantener la continuidad en un sector tan precario.
¿Cómo ves al festival dentro de cinco o seis años? ¿Preferís crecer en aforo o mantener el formato actual?
Es complicado. Crecer en aforo implica perder cercanía y control sobre la experiencia. Queremos seguir creciendo de manera orgánica, pero lo tenemos claro: lo importante es la calidad, cuidar a los grupos, al público y aportar un retorno social a la ciudad. Ese es nuestro camino.
Si tuvieras que convencer a alguien que no conoce el festival, ¿cómo definirías la experiencia?
Cada persona encuentra su propio Truenorayo. Es un festival honesto, para descubrir, compartir y disfrutar de la música sin artificios. Frente a algoritmos y radiofórmulas, ofrecemos el placer de sorprenderse con lo inesperado y vivirlo de manera natural y sana.