Hasta que Cesare Prandelli pensó en él para incluirlo al equipo en el mercado de invierno, Simone Zaza era un completo desconocido para la afición valencianista. Se sabía que su pase era propiedad de la Juve, que jugaba en el West Ham y que no había hecho una buena temporada en la Premier.
Irónicamente, después de la renuncia del entrenador el italiano terminó cedido en Mestalla con una opción de compra que el club ha de realizar si el futbolista juega 10 partidos. Hasta el momento, ha estado presente en seis con 312 minutos jugados y, junto al chileno Fabián Orellana, ha sido absoluto protagonista de los buenos días que vive el equipo del Túria.
En el triunfo contra el Athletic el domingo pasado Zaza superó al portero Iraizoz con un tiro de zurda tras un buen pase de Munir. Fue un 2-0 definitivo que los vascos no supieron revertir y que de cierta manera fue la antesala de lo que el seguidor del Valencia vería esta semana.
Este miércoles el delantero se convirtió en uno de los más queridos del Valencia. En plena sequía goleadora —sí, otro de los problemas que Voro ha superado— y con solo cinco minutos desde que iniciara el duelo contra el Real Madrid, el jugador recibió en el área de Munir, inventó una media vuelta mágica y marcó el 1-0 y su segundo gol de la temporada. Literalmente una obra de arte.
Todos recuerdan que en el 2-0 contra los vascos no celebró su gol. Se dice incluso que estalló en llanto, ya que no marcaba hace medio año. Sin embargo, aquella conquista que cimentó el camino para la victoria más emocionante del Valencia esta temporada se transformó en motivo para que Zaza gritara al cielo como diciendo: “No será el último”.