Después de diversas entregas sin demasiada historia, la franquicia Spider-Man de los estudios Marvel resurge de nuevo con un aire más fresco y juvenil gracias a un Peter Parker (Tom Holland) adolescente y en edad escolar, rodeado de compañeros de clase, y atraído por una chica del instituto a quien quiere llevar al baile del final de curso.
Un retrato muy cercano a una problemática generacional, con este Parker como un chaval tan deseoso de nuevas aventuras y de actuar por libre y muy reticente a las responsabilidades, empujado en busca de una cierta notoriedad, desarrollando su ego juvenil. Su inmadurez y inexperiencia hace que esté tutelado por Tony Stark (Robert Downey Jr.), su jefe, el que le saca las castañas del fuego, que actúa como mentor o, incluso, como padre adoptivo con buenos consejos.
Prevalece el enfoque de comedia, con un tono ligero y distendido, lleno de guiños de ojo a personajes del universo Marvel, como el capitán América, y con margen para las bromas, ocurrencias y un cierto ingenio. Una mirada que se sitúa lejos del dramatismo o la épica que impregna otros relatos de superhéroes, echando así los traumas y trastornos de todo tipo que han abrumado a los superhéroes de nuestros tiempos, convirtiéndose así en un perfecto pasatiempo veraniego, muy refrescante y efervescente.