Arquitecta de formación, gestora cultural por vocación y con más de dos décadas de experiencia en instituciones clave del arte contemporáneo, Kristine Guzmán llega al IVAM como directora adjunta en un momento decisivo para el museo valenciano. Tras casi veinte años en el MUSAC, donde participó en su construcción desde los cimientos, afronta ahora el reto de activar una institución con una historia potente y una colección excepcional.
En esta entrevista con Valencia Extra, Guzmán reflexiona sobre la sostenibilidad aplicada a los procesos museísticos, la necesidad de independencia frente a la política, la apertura del museo a nuevos públicos y la importancia de convertir el IVAM en un espacio vivo, cercano y compartido. Una conversación estratégica sobre cómo pensar el museo del presente sin perder de vista el futuro.
Después de casi dos décadas participando en la construcción del MUSAC, un museo que nació prácticamente desde cero, llegas ahora a una institución con una historia tan marcada como el IVAM. ¿Qué es más complejo: crear una institución nueva o reactivar un museo ya consolidado que necesita redefinir su relato?
Creo que levantar un museo desde cero es más complejo. Cuando empezamos en el MUSAC éramos muy jóvenes y, aunque había personas con experiencia en grandes instituciones, como Rafael Doctor o Agustín Pérez Rubio, nos enfrentábamos a algo completamente nuevo.
Tuvimos que inventarlo todo: el concepto, la colección, la estructura, los departamentos, los perfiles profesionales… pensar cómo funciona un museo desde sus cimientos.
El IVAM, en cambio, ya tiene una estructura sólida, equipos consolidados y una trayectoria clara. Aquí el trabajo es distinto: se trata de activar lo que ya existe y hacerlo evolucionar.
Ha insistido en que la colección es una de las grandes fortalezas del IVAM. Desde su mirada curatorial, ¿qué riesgos existen si no se activa suficientemente y qué oportunidades ofrece para conectar pasado y presente?
Creo que la colección del IVAM sí se está activando. Hay muchos préstamos, una programación muy vinculada a los fondos y una colección permanente tan potente como la de Julio González.
Además, para 2026 están previstas dos exposiciones permanentes, y también se está trabajando en sacar la colección fuera de los muros del museo, a través de coproducciones y colaboraciones con otras instituciones.
Un ejemplo reciente es la exposición realizada en la Universitat. Todo esto forma parte de una estrategia para proyectar la colección y darle mayor visibilidad.
El proyecto que comparte con Blanca de la Torre se articula en torno a sostenibilidad, patrimonio y territorio. ¿Cómo se traduce ese triángulo en decisiones concretas del día a día, más allá del discurso?
La sostenibilidad no significa únicamente hacer exposiciones sobre sostenibilidad, que también, sino aplicarla a los modos de hacer del museo.
Blanca lleva años investigando sobre este tema. Ya en 2016 comisarió en el MUSAC la exposición Hybris, donde se aplicaron criterios muy claros: reducir transportes aéreos, minimizar la huella de carbono, evitar vinilos y materiales derivados del petróleo, limitar la producción de obra nueva y trabajar con préstamos cercanos.
Ahora el reto en el IVAM es implementar estas prácticas a una escala mayor, integrándolas en los procesos habituales del museo.
Su interés por la transdisciplinariedad conecta con muchas formas actuales de producción cultural. ¿Puede un museo de arte contemporáneo permitirse hoy no abrirse a esos lenguajes híbridos?
Creo que los museos van claramente en esa dirección. La nueva museología entiende el museo no solo como un lugar donde se exponen obras, sino como un espacio vivo, donde pasan cosas.
Un museo tiene que ser un lugar donde el público no solo mira, sino participa, donde siente que forma parte de lo que ocurre. Al final, el museo es su casa, y tiene que vivirse como un espacio propio.
Ha participado en la creación de políticas museísticas a largo plazo. En un contexto político cambiante, ¿cómo se pueden blindar los proyectos culturales para que no dependan del ciclo electoral?
Creo que los museos deben tener independencia. Hay que dejar trabajar a los equipos y respetar los proyectos presentados.
Blanca ha presentado un proyecto museístico claro y debe poder desarrollarlo en el tiempo necesario, sin interferencias ni injerencias en la programación.
Un proyecto cultural necesita estabilidad. Si se interrumpe constantemente, se pierde un tiempo muy valioso.
Para terminar, mirando al futuro: dentro de cinco o diez años, ¿qué le gustaría haber aportado al IVAM? ¿Qué huella le gustaría que quedara de su trabajo?
A nivel de públicos, me gustaría atraer a más gente, que el IVAM sea un lugar donde las personas se sientan cómodas, como en casa.
Y a nivel de políticas museísticas, me gustaría que el proyecto que se está implementando ahora —en torno a sostenibilidad, inclusión y accesibilidad— se mantuviera a largo plazo.
No son temas de moda, son necesidades reales, y ojalá sigan siendo parte del museo incluso cuando ya no estemos aquí.