Cultura

Benítez: “Espacios como La Gallera no solo son patrimonio histórico. Pueden ser un motor cultural de la ciudad”

Hablamos con la arquitecta y diseñadora Lourdes Benítez sobre cómo la nueva Galería LouVit transforma La Gallera, en pleno corazón de Valencia

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Lourdes Benítez, en La Gallera, donde se encuentra la Galería LouVit

En pleno barrio del Carmen de Valencia, un nuevo estudio de arquitectura y diseño pretende transformar La Gallera: la Galería LouVit. El emblemático edificio comienza una nueva etapa de la mano de Vitor Condeço y Lourdes Benítez, que piden más implicación por parte de las administraciones para impulsar el patrimonio de la capital del Turia. Hablamos con Benítez para conocer su puesta en marcha. 

La Gallera es un edificio muy singular en pleno centro de València. Desde su pasado como espacio para peleas de gallos hasta su transformación en galería de arte y sala de espectáculos. ¿Qué os atrajo de este espacio y qué retos os habéis encontrado al rehabilitarlo?

Lo que nos atrajo fue, en primer lugar, la arquitectura. El nombre original era el Circo Gallístico de València. Yo soy arquitecta y cuando vi este espacio, me fascinó. Su tipología es la de un pequeño teatro circular, inspirado en las plazas de toros, no solo en la forma, sino en los elementos arquitectónicos: las columnatas, el espacio central... Tiene también una conexión directa con el Teatro Globe de Shakespeare, en Londres. Ese diseño circular permitía representar obras en la planta baja, mientras el público se situaba alrededor y en las plantas superiores. Y lo más interesante: como no había electricidad ni amplificación, la luz natural que entraba por el techo central permitía alargar las funciones durante el día.

El edificio se inauguró en 1870, pero creemos que comenzó a construirse incluso cinco o diez años antes. Al principio funcionó como circo gallístico hasta que las peleas de gallos se prohibieron entre 1936 y 1940. Después tuvo muchos usos: teatro, mercado de pieles (aprovechando que está en la calle Aluders, que significa “curtidores”), y más tarde una gran ferretería. En los años 2000, un artista lo rehabilitó y abrió una galería de arte que llegó a alquilarse al Consorci de Museus hasta 2014 o 2015. Desde entonces, ha estado cerrado… y con muchos obstáculos administrativos.

¿A qué obstáculos te refieres exactamente?

Pues, en algún momento fue declarado patrimonio histórico, y eso limita bastante sus usos. Solo puede albergar proyectos culturales. Se han intentado montar bares o restaurantes aquí, pero no se han dado los permisos. Además, la licencia que tiene el local es la que obtuvo el artista que lo reformó en los 2000, pero han pasado 25 años y esa licencia ya no es válida. Ha cambiado todo: la normativa, los epígrafes... De hecho, ya no existe como tal la figura de “galería de arte” en el catálogo oficial.

Y eso nos complica mucho, porque estamos intentando regularizar el espacio. Desde hace cuatro meses estamos inmersos en un laberinto de trámites. Hemos pedido incluso el texto original de la licencia para entender a qué estamos sujetos... pero ni siquiera lo tienen claro. Por ejemplo: ahora mismo no sabemos si podemos tener música o no. Hay un vacío legal. Algunos vecinos están encantados con la actividad, pero otros han llamado a la policía. Y aunque el sonido no supera los 70 decibelios, se han personado varias veces. La sala está acondicionada acústicamente, pero aún no hemos podido hacer las mediciones oficiales porque no sabemos qué epígrafe aplicar. La información desde el Ayuntamiento no está clara. Es todo muy lento y frustrante.

Galería LouVit

¿Habéis intentado reuniros con Cultura o con otras instituciones?

Sí, presenté un expediente para tener una reunión con Cultura, pero aún estoy esperando que me den una cita. Va todo muy lento. Y es una pena, porque este edificio ha estado cerrado demasiado tiempo. Creemos que tanto el Ayuntamiento como la Generalitat deberían implicarse más. Este tipo de proyectos necesita apoyo institucional para sobrevivir. No solo es patrimonio histórico, también puede ser un motor cultural de la ciudad.

La DANA os afectó a nivel profesional y personal justo antes de abrir la galería. ¿Qué ocurrió?

Fue durísimo. Vivimos en Catarroja, donde tenemos también oficinas y almacenes. El día en que cayó la DANA estábamos terminando de preparar la exposición. Me llevé el coche lleno de materiales, láminas, adhesivos para los cristales de entrada... y la DANA se lo llevó todo.

Se inundó toda la planta baja del local que teníamos, más de 100 metros cuadrados bajo casi un metro de agua mezclada con barro. Perdimos el coche, herramientas, obras que estaban preparadas para traer aquí… Muchas piezas se arruinaron completamente. Íbamos a abrir el 4 de noviembre, y tuvimos que retrasarlo un mes. Un mes más de alquileres sin ingresos, tanto allí como aquí. Fue un golpe económico y emocional muy fuerte.

¿Qué intervenciones habéis hecho para adaptar el espacio a este nuevo uso?

Como te decía, somos arquitectos e interioristas. Desde el principio, nuestra idea fue que La Gallera no fuera solo una galería, sino también una carta de presentación de nuestro trabajo. Muchos de nuestros proyectos son viviendas privadas, a las que no puedes acceder. Aquí queríamos tener un espacio visitable que mostrara lo que hacemos.

La Gallera tiene tres plantas: la planta baja, la primera, y una segunda que por motivos de accesibilidad no puede abrirse al público, ya que solo tiene una escalera. Por eso, nuestra idea es ubicar ahí nuestras oficinas. Este edificio reúne todo lo que buscábamos: un estudio de arquitectura en el centro de València, una galería de arte, y un lugar donde recibir a clientes y visitantes. Pero, claro, después de todo lo que ha pasado, las oficinas han quedado para el final.

¿Cuál es la visión a medio plazo para La Gallera?

Queremos que sea un punto de encuentro. No solo para exposiciones, sino también para música, performances, ciclos de charlas, talleres... Un espacio vivo y dinámico. Tenemos ya una programación cultural en marcha y estamos en contacto con artistas, colectivos y agentes culturales. Pero para que esto funcione necesitamos certezas legales, respaldo institucional y que se entienda que un patrimonio como este no puede estar parado. Tiene que tener vida.

Lourdes Benítez, de la Galería LouVit, en La Gallera