Opinión

Palabra de Cineasta

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El 23 de abril se celebró el Día Mundial del Libro, una fecha importante. Nos recuerda un legado, una vida cargada de extensas historias donde hemos vivido tantas aventuras como estrellas pueden haber en el firmamento. Lugares recónditos, sagrados, perdidos, mágicos… Los libros nos transportan a sus mundos, todos distintos pero, a la vez, todos tan familiares.

Según un proverbio hindú, “Un libro abierto es un cerebro que habla, cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora”. No es para menos. Son fuentes inagotables de imaginación, de voces propias, de pequeños deseos que se hacen grandes. Sin ellos las palabras no cobrarían el mismo sentido, los besos no sabrían del mismo modo, los corazones se helarían, las almas quedarían vacías.

¿Quién no ha sentido en su propia piel la desesperada búsqueda de un todopoderoso anillo? ¿Cuántos no desearon aprender los inquebrantables secretos de la magia? ¿O quiénes no saciaron su sed de venganza ante la muerte de un terrible villano? Cada tomo, cada capítulo, cada palabra… formas imaginarias que se hacen tangibles cuando se recrean en tu mente.

¿Y qué pasaría si lo transfiriéramos de la mente a la realidad? Eso fue lo que debieron pensar los hermanos Lumière en 1896, año en que deciden llevar a cabo una adaptación cinematográfica del conocido mito de Fausto. Pioneros en el cine, también lo fueron en recrear un mundo literario con el lenguaje que proporciona la cinematografía, y eso que ellos jamás lo vieron como arte, sino como área de experimentación.

Hoy en día, las adaptaciones cinematográficas provenientes de libros son algo completamente normalizado pero suponen, en ocasiones, una confrontación directa entre los escritores originales y los guionistas que tratan de versionar el argumento, en ocasiones con mayor o menor acierto. Esta pugna creativa es fundamental para comprender que la creatividad forma parte intrínseca del ser humano. Que la imaginación es algo más que soledad e invención, también choque de ideas. Y es necesario mantener el espíritu de una obra literaria cuando se traspasa al cine.

Pero también podemos afirmar que la cinematografía nos transporta, al igual que los libros, a mundos y universos preciosamente diseñados y que, cuando hay una perfecta simbiosis entre la literatura y la cinematografía, surgen cosas hermosas que no pueden más que maravillarte y dejarte sin aliento.

Así pues, deleitémonos en ambas disciplinas. Pues, como dijo el director de cine François Truffaut: "Siempre he preferido el reflejo de la vida a la vida misma. Si he elegido los libros y el cine desde la edad de once o doce años, está claro que es porque prefiero ver la vida a través de los libros y del cine”, palabra de cineasta.

Kevin Villar Moret

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