Opinión

Nuevos modelos de gestión de espacios

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En Valencia nuestros espacios verdes, zonas verdes, jardines, etc. son definidos al planeamiento urbano como espacios libres. Constituyen equipamientos específicos dentro de la ciudad y tienen como objetivo proporcionar a la ciudadanía lugares de relación, de juego, de ocio, de estar y de descanso. Hablamos de bancos, paseos, juegos de niños, deportes, etc.

Desde el inicio de la legislatura nos hemos marcado como objetivo el promover un cambio en la jardinería de la ciudad. Queremos pasar de la jardinería que cumple una función meramente estética y fija, a otra que nos muestro la evolución constante y nos permita recuperar un discurso botánico más próximo, más de nuestro entorno, más nuestro.

Por un lado se plantea la adecuación de espacios para la ejecución de propuestas ciudadanas alternativas e imaginativas; de otra, la construcción de huertos urbanos. Esto, además de la ejecución de jardines; bien partiendo de las propuestas ciudadanas, bien desde la propia Delegación de Jardinería.

Para hacerlo queremos utilizar todos los espacios existentes en la ciudad susceptibles de hacerlo, todos los espacios vacíos en la ciudad, no sólo los espacios reservados por el planeamiento en las zonas ajardinadas.

Desde el área de Medio ambiente y Cambio Climático del Ayuntamiento de Valencia creemos firmemente que la ciudad lo tienen que ir tirando, lo tenemos que ir tirando, las vecinas y vecinos que la formamos. En este sentido tiene que entenderse que queramos implicarlos en su revitalización.

De esta manera, tocando tierra, viendo que surge de la misma tierra, recuperaremos memoria y, a la vez, nos acercaremos a nuestra propia natura.

En cuanto a los jardines, para el equipo de gobierno los espacios entregas ajardinados tienen que cumplir, además de su condición de equipamiento para recreación de la ciudadanía, un nuevo objetivo: formar parte de la infraestructura verde de la ciudad, entendiendo esta como una sucesión de hábitats que mejoran la calidad ambiental y permiten a la biodiversidad local poder establecerse y desarrollarse. El límite de hasta donde puede naturalizarse la ciudad tendrá que ajustarse a criterios de salud pública.

Actualmente, con la excepción de los jardines históricos y algunos parques como por ejemplo el de La Rambleta y el de Marxalenes, a los cuales la vegetación nos ofrece bien un discurso histórico, bien un discurso medioambiental, el resto de la jardinería de la ciudad es puramente ornamental. Y este es un modelo de jardinería imposible de mantener, no sólo económicamente sino también desde la vertiente ambiental.

Por ejemplo, La Rambleta, que inicialmente fue concebida como espacio autosostenible de cariz ambientalista, con un parque de ribera alrededor de la rambla donde se recuperó el curso de agua que históricamente lo recorría, y con una transición hacia el carrascar, pasando por una omeda, tuvo un mantenimiento durante 10 años con las mismas técnicas y, sobre todo, los mismos productos químicos que al resto de jardines y parques de la ciudad.

Con esta dinámica se provocó un empobrecimiento del suelo y, como consecuencia de esto, un deterioro de la vegetación que había. Para cambiar esta dinámica se hizo una intervención para regenerar todo el sistema hídrico del parque. A la vez, se eliminó la utilización de productos químicos para el control de la aparición de elementos vegetales, tanto terrestres como acuáticos.

También se intervino en la ciudadanía. De la mano de la Asociación de Vecinos y Vecinas de San Marcelino se empezó a trabajar para evitar un hecho que vendía sucediendo y que impedía el mantenimiento de la corriente acuática de la Rambleta: la acción de los visitantes que lanzaban pan y otros alimentos a la fauna acuática invasora de la rambla: carpas, carrancs americanos y galápagos de Florida. Con estas acciones empezamos una nueva etapa: la recuperación natural del espacio. Hemos querido volver a los orígenes del Parque de la Rambleta.

También empezamos, por ejemplo, a hacer una cosa tan sencilla como no recoger las hojas de tierra en otoño. Sólo se limpiaban los caminos depositando las hojas al lado, a los parterres. Así conseguimos dos beneficios: el propio enriquecimiento del terreno que producen las hojas y la protección contra la compactación. Todo, sin aportaciones externas; todo, generado en el propio parque.

Ahora, unos años después, La Rambleta se encuentra en un periodo de recuperación y se ha podido observar la respuesta del terreno, mucho más intensa de aquello esperado.

Hay que remarcar que todo este trabajo de recuperación no habría podido hacerse sin la complicidad, sin la implicación directa de los vecinos y vecinas del barrio. Porque, para una población como la nuestra, educada en la jardinería de imagen fija, mantenernos pacientes esperando la evolución espontánea de la naturaleza, la recuperación natural de un espacio, es imposible sin una tarea didáctica que nos haga pensar, recuperar nuestra memoria y poder transmitirla a los más pequeños y también la sensibilidad hacia las plantas que forman parte de nuestra historia y de nuestra cultura porque siempre han formado parte de ellas.

Es, en definitiva, una manera de quererlos y de querer y aprender a convivir con nuestro entorno.

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