Opinión

Dos años después

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En unos días cumpliremos dos años en el gobierno municipal. Dos años apasionantes en los que hemos enfrentado múltiples desafíos para dar respuesta a la inmensa ilusión que despertó el gobierno del cambio en la ciudad de Valencia. Dos años muy rápidos, pero también muy lentos si los comparamos con las expectativas iniciales. Ese sería el resumen contradictorio de los dos años de gobierno municipal. Muy rápidos por el ritmo de trabajo, por la urgencia de las necesidades a resolver. Muy rápidos también si repasamos todo lo que nos falta por hacer. Y muy lentos cuando nos centramos en los procedimientos administrativos y en la dificultad de gestionar con la falta de personal y recursos. Muy lentos, sobre todo, si nos fijamos en lo que tardan en verse los resultados de algunos cambios. Hemos limpiado, ordenado, sembrado, modificado o iniciado, y esas tareas han absorbido gran parte de nuestro esfuerzo. Pero la necesidad de cambio, la de la ciudadanía y la nuestra, era y es inmensa tras 24 años de asfixia, y de ahí la impaciencia y la crítica, tan comprensible, ante algunas demoras.

Abrir las puertas del ayuntamiento a la ciudadanía era uno de los objetivos centrales de València en Comú y en ello estamos. Este es un cambio profundo, estructural, que modifica radicalmente el modo en que los y las ciudadanas se relacionan con la institución y obliga a gobernar y gestionar de otro modo. Por eso mismo, por ser un cambio estructural, es un terreno en que aún queda mucho recorrido, tanto a la administración como a la ciudadanía. Pero hemos dado pasos importantes en esta dirección. Ahora los vecinos y vecinas pueden decidir el destino de buena parte del presupuesto de inversiones proponiendo proyectos y votando en los presupuestos participativos. Se han creado los consejos de Inmigración e Interculturalidad y de Cooperación, en los que los y las representantes de los colectivos ciudadanos diseñan las políticas municipales de esas materias junto con los responsables políticos. El Consell de la Juventud se ha abierto a la autogestión y a una auténtica participación de los jóvenes en la gestión municipal. Hemos impulsado herramientas de transparencia y gobierno abierto para garantizar el control ciudadano. Y contamos con un espacio cultural que se ha remunicipalizado, el Teatro El Musical, y puesto al servicio de la gente y de su barrio. Hemos conseguido fondos europeos para impulsar la rehabilitación integral del barrio del Cabanyal, uno de los más castigados de la ciudad.

Estamos poniendo la innovación al servicio de las personas a través Las Naves, el centro de innovación urbana. Y es que a la innovación le hemos añadido el calificativo social, y eso significa innovación para proteger los derechos y construir una ciudad más igualitaria y más sostenible. Y educadora, para garantizar la educación pública con una fuerte inversión no solo en las escoletes, sino en todo el ámbito urbano. Porque la defensa de los derechos básicos impulsa nuestra acción diaria. Y como uno de esos derechos básicos es la vivienda, creamos herramientas para paliar la indefensión de las familias sin recursos ante la lógica neoliberal del mercado y la injusticia y la violencia de los desahucios. También para paliar la pobreza energética. Sin olvidar que una ciudad de los derechos ha de serlo para todo el mundo, y de ahí surge “València, ciudad refugio”, con el objetivo, por más que le pese a la Europa fortaleza que les rechaza, de acoger a las personas que huyen de las guerras y del hambre buscando un futuro.

Queda mucho por hacer aún, pero para València en Comú el camino está muy claro. Y aquí seguimos dos años después, con la misma ilusión y con la misma fuerza.

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